Esta gran pintura del amplio
excursus del Prólogo del libro II de los
Comentarios es una de las escasas ilustraciones que reflejan el texto de la
explanatio y no de la
storia. Además, es la primera que inicia una serie caracterizada por el hecho no demasiado frecuente en la ilustración altomedieval, sobre todo en los códices hispanos –de la que deriva la miniatura de este manuscrito- de ocupar dos folios contiguos –el verso y el recto-, a partir de la innovación iconográfica que, en el siglo X, supuso la familia II de los
Comentarios. La indicación de la
explanatio:
subiecte formule pictura demonstrat (f. 13 v.), que aparece en muchos de los manuscritos más antiguos, atestigua que, salvo pérdida, nunca faltó, pudiéndose haber previsto en la primera versión ilustrada, ocupando, también, una doble página, lo que no parece que fuera infrecuente en ciertos tipos de manuscritos; así uno misceláneo del siglo VIII (Vaticano, Bibl. Apost., Lat. 6018) presenta un mapa con características tan cercanas al de los beatos que se podría hablar de un arquetipo común. Este mapa sirve de frontispicio para textos y diagramas isidorianos, sugiriendo, pues, que un modelo isidoriano de las
Etimologías fue la fuente del mapa del beato ilustrado primigenio. El mapa de Isidoro-Beato se formuló después de un prototipo tardorromano, que, a su vez, pudo tomarse de un modelo clásico anterior (¿de Macrobio?), con numerosas incorporaciones de textos de Orosio. A su vez, su clara comprensión se obtiene, en el contexto de esta obra, si se pone en relación con la ilustración precedente, con lo que, de forma completa, se representa la diáspora apostólica; sin embargo, frente a la familia I, que inserta los bustos de los retratos tipológicos de los apóstoles sobre las tierras que cristianizaron, de las copias de los mapas de la rama II b presentan la ausencia de sus bustos, que, como se ha visto, son sustituidos por una página entera con sus retratos. El Beato de San Andrés de Arroyo presenta esta característica, pero, frente a otros beatos de su misma familia, no aparece, tampoco, ninguna indicación sobre las tierras que cristianizaron, según la leyenda isidoriana de las
sortes apostolorum, con lo que, en parte, es más difícil apreciar el sentido de diáspora apostólica de los manuscritos iniciales de esta serie.
Se trata de un gran círculo de color purpúreo dividido en cuatro partes por bandas acuosas azules con rayas blancas: una vertical, que atraviesa su diámetro; otra horizontal que se extiende por el radio izquierdo más una última vertical, a la derecha, que separa dos masas desiguales de tierra. Este círculo, surcado por varios ríos azules, con representaciones esquemáticas de montes, de ciudades como fortalezas y con inscripciones que identifican la topografía, está rodeado por otro, que representa el agua del mar, con diez islas de forma elíptica, animales marinos verdosos de diversa especie –peces, serpientes de mar, dos de ellas luchando contra una figura de cierto carácter clasicista, sirenas pez, lo que posiblemente parezca un pulpo y alguna otra, no muy clara, próxima, por su forma, al calamar; en resumidas cuentas, y a diferencia de otros manuscritos, como el Beato de Burgo de Osma, que sitúan los seres monstruosos en la tierra desconocida, parece que en el manuscrito parisino éstos se encuentran en el mar, tal vez por su carácter ignoto y amenazador, aunque no hay que descartar el carácter decorativo que puedan tener- y cinco barcos, similares a los utilizados a finales del siglo XII y principios del XIII, de corta eslora y proa y popa altas con aspecto de castilletes, en los que se repite el mismo esquema de dos personas, una con el timón y otra aparejando la vela.
Según se ha apuntado, se trata, en lo esencial, del tradicional mapa O con T inscrita –anagrama del
Orbis Terrarum- que recoge la concepción tripartita referente a los cuatro continentes a los que se añade al Sur, según San Isidoro, una tierra desconocida.
Carlos Miranda García-Tejedor
Doctor en Historia
(Fragmento del libro de estudio Beato de Arroyo)