El miniaturista representa el Templo como una magnífica construcción, de la que resalta la torre central coronada por tres grandes bolas de oro y rematada por una forma de plata parecida a la flor de lis. En el centro, un gran vano acoge un arca, similar a un relicario lleno de piedras preciosas.
El Templo puede interpretarse como una imagen de la ciudad de Dios, puesto que el grupo de los tres arcos es un motivo que procede de la arquitectura del palacio que experimentó una modificación en el siglo VI.
Debajo de la zona enmarcada, del Templo con el Arca, el artista ha pintado la bestia surgida del abismo. Su cuerpo rosado parece un felino, con zarpas de grandes uñas. Vuelve su cabeza amenazadora hacia atrás, mostrando sus fuertes colmillos, y con la lengua fuera. La bestia se debe totalmente a la imaginación del iluminador, ya que el texto no ofrece ningún elemento que describa al monstruo.
Carlos Miranda García-Tejedor
Doctor en Historia
(Fragmento del libro de estudio Beato de Arroyo)
El miniaturista representa el Templo como una magnífica construcción, de la que resalta la torre central coronada por tres grandes bolas de oro y rematada por una forma de plata parecida a la flor de lis. En el centro, un gran vano acoge un arca, similar a un relicario lleno de piedras preciosas.
El Templo puede interpretarse como una imagen de la ciudad de Dios, puesto que el grupo de los tres arcos es un motivo que procede de la arquitectura del palacio que experimentó una modificación en el siglo VI.
Debajo de la zona enmarcada, del Templo con el Arca, el artista ha pintado la bestia surgida del abismo. Su cuerpo rosado parece un felino, con zarpas de grandes uñas. Vuelve su cabeza amenazadora hacia atrás, mostrando sus fuertes colmillos, y con la lengua fuera. La bestia se debe totalmente a la imaginación del iluminador, ya que el texto no ofrece ningún elemento que describa al monstruo.
Carlos Miranda García-Tejedor
Doctor en Historia
(Fragmento del libro de estudio Beato de Arroyo)