Pocas imágenes tan emblemáticas como la de la Cruz triunfante independiente o portada por el Cordero. La Iglesia y la propia monarquía asturiana la habían adoptado ya en el siglo IX en el arte monumental y en la orfebrería. Se incorporó en fecha indeterminada a los códices de lujo, tanto beatos como obras diversas. Es su significado victorioso de signo casi militar, como el lábaro constantiniano, lo que la hizo más popular. Generalmente, figura sola, de brazos iguales, pendiendo de ella el Alfa y el Omega y resaltando sobre el fondo una inscripción significativa: “Con este signo se protege el piadoso, con este signo es vencido el enemigo” (“Hoc signo tuetur pius, in hoc signo vincitur inimicus”). En algunos ejemplos, como el Beato de Gerona (f. 18v), es el Cordero quien sostiene la cruz, mientras en la zona inferior se ven las cabezas que representan a Juan y Marcos (aunque es un león, un letrero dice “Lucas”).
En el Beato de Fernando I también está el Cordero. Falta la más común inscripción, pero la sustituyen otras palabras significativamente escritas en capitales de oro: “PAX”, “LUX”, “REX”, “LEX”. Por supuesto, no faltan las tradicionales Alfa y Omega colgando del brazo horizontal de la cruz griega. Si hubiera que citar un modelo para ésta, estaríamos más cerca de la casi destruida Cruz de los Ángeles (Catedral de Oviedo), que de la más espectacular de la Victoria, aunque existen bastantes elementos de diferencia, comenzando por el modo en que cuelgan las letras y el sistema ornamental de la obra pintada. A los lados del Cordero hay seis “seniores” o ancianos portadores de instrumentos de cuerda pulsada, convirtiendo la ilustración en un anuncio de la posterior adoración del Cordero por parte de los veinticuatro ancianos. Es destacado el modo en que se va inclinando cada uno, de modo que crean un buscado ritmo de movimiento bien resuelto.
Es otra de las grandes imágenes del manuscrito, obra del primer maestro. Abunda el oro, mientras estamos ante la Cruz de ornamento más complicado de todas las que ocupan los folios completos de tantos manuscritos. Los nudos de entrelazos están resueltos con una gran habilidad y excelente técnica. El tono cromático dominante es radicalmente distinto del anterior, aunque no falta una fina bando inferior de tono purpúreo muy suave.
Joaquín Yarza Luaces
Universidad Autónoma de Barcelona
(Fragmento del libro de estudio Beato de Fernando I y Doña Sancha)
Pocas imágenes tan emblemáticas como la de la Cruz triunfante independiente o portada por el Cordero. La Iglesia y la propia monarquía asturiana la habían adoptado ya en el siglo IX en el arte monumental y en la orfebrería. Se incorporó en fecha indeterminada a los códices de lujo, tanto beatos como obras diversas. Es su significado victorioso de signo casi militar, como el lábaro constantiniano, lo que la hizo más popular. Generalmente, figura sola, de brazos iguales, pendiendo de ella el Alfa y el Omega y resaltando sobre el fondo una inscripción significativa: “Con este signo se protege el piadoso, con este signo es vencido el enemigo” (“Hoc signo tuetur pius, in hoc signo vincitur inimicus”). En algunos ejemplos, como el Beato de Gerona (f. 18v), es el Cordero quien sostiene la cruz, mientras en la zona inferior se ven las cabezas que representan a Juan y Marcos (aunque es un león, un letrero dice “Lucas”).
En el Beato de Fernando I también está el Cordero. Falta la más común inscripción, pero la sustituyen otras palabras significativamente escritas en capitales de oro: “PAX”, “LUX”, “REX”, “LEX”. Por supuesto, no faltan las tradicionales Alfa y Omega colgando del brazo horizontal de la cruz griega. Si hubiera que citar un modelo para ésta, estaríamos más cerca de la casi destruida Cruz de los Ángeles (Catedral de Oviedo), que de la más espectacular de la Victoria, aunque existen bastantes elementos de diferencia, comenzando por el modo en que cuelgan las letras y el sistema ornamental de la obra pintada. A los lados del Cordero hay seis “seniores” o ancianos portadores de instrumentos de cuerda pulsada, convirtiendo la ilustración en un anuncio de la posterior adoración del Cordero por parte de los veinticuatro ancianos. Es destacado el modo en que se va inclinando cada uno, de modo que crean un buscado ritmo de movimiento bien resuelto.
Es otra de las grandes imágenes del manuscrito, obra del primer maestro. Abunda el oro, mientras estamos ante la Cruz de ornamento más complicado de todas las que ocupan los folios completos de tantos manuscritos. Los nudos de entrelazos están resueltos con una gran habilidad y excelente técnica. El tono cromático dominante es radicalmente distinto del anterior, aunque no falta una fina bando inferior de tono purpúreo muy suave.
Joaquín Yarza Luaces
Universidad Autónoma de Barcelona
(Fragmento del libro de estudio Beato de Fernando I y Doña Sancha)