“Y vi un gran trono blanco y uno sedente sobre él, de cuya vista huyó la tierra y el cielo y su lugar no fue hallado. Y vi los muertos, grandes y pequeños que estaban ante el trono, y los libros fueron abiertos. Y se abrió otro libro que es el de la vida y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros y según sus obras. Y el mar devolvió los muertos que estaban en él, y la muerte y el infierno dieron los muertos que estaban en ellos. Y fue hecho juicio de cada uno según sus obras. Y el infierno y la muerte fueron colocados en el estanque de fuego. Esta es la segunda muerte. Y el que no se encontró escrito en el libro de la vida, fue colocado en el estanque de fuego”.
Estamos ante el juicio final. Beato afirma que el trono es la figura del juicio desde donde juzgará Cristo. El libro es la vida de Cristo, siendo juzgados todos de acuerdo con la ley y el evangelio. El color blanco del trono se debe a su inocencia. Los muertos que devuelve el mar, que espiritualmente es este mundo, son los que van a ser juzgados por Cristo. Todo el comentario es claro y repite conceptos e ideas presentes en todo momento.
Los beatos van a proponer una grandiosa imagen de Juicio, pero ajena a la fórmula iconográfica que se irá imponiendo en Europa, sobre todo procedente de Bizancio. Se ha propuesto también para los beatos un origen parcial bizantino, pero no existen argumentos sólidos que lo justifiquen, mientras todo apunta a una fórmula propia o en todo caso con orígenes diferentes a los orientales conocidos. Williams ha puesto de manifiesto la singularidad de la imagen y cómo refleja el Comentario, más que el propio Apocalipsis, incluso trayendo a colación textos que proceden de otra parte.
Los Beatos de Magio (ff. 219v-220), Valcavado (ff. 180v-181), Seo de Urgel (ff. 196v-197), o el de Fernando I, ofrecen una composición de doble folio, completamente plena de una muchedumbre de personajes en cuatro registros a la izquierda y tres a la derecha, siendo siempre muy semejantes entre sí, de modo que se tiene la impresión de que todo quedó fijado bien en tiempos de Magio o poco antes.
Comenzando por la zona superior de la izquierda, encontramos la Maiestas en mandorla sostenida por las más altas jerarquías de ángeles: “seraphin” y “cherubin”, aunque no lleven los tres pares de alas de otras ocasiones. Hay tres registros inferiores donde se ordena una multitud sentada y en pie. Mientras en el Beato de Magio, por ejemplo, se comienza con una distribución ordenada y con números elegidos (siempre dos grupos de tres) para acabar abajo con mayor desorden, en el Beato de Fernando I y doña Sancha no hay variación: primero hay seis en el centro en pie y dos grupos de tres sentaos a derecha e izquierda. Luego se invierten, figurando seis sedentes en el centro con dos grupos de tres en pie, a los lados, para repetir abajo la primera disposición. De esta manera se vuelve a obtener un aspecto de orden que produce incluso el efecto de que hay menos personajes que en los otros manuscritos. Sin embargo, no es esta la única razón de que se obtenga esta sensación porque el cambio respecto a Magio se había dado ya en el Beato de Valcavado y, sin embargo, la confusión y el abigarramiento es el mismo. La inscripción indica: “hii (o hu) sunt qui non iudicantur et judices sunt cum his que judicant utrumque regnat”, frase del Comentario, pero que no figura en el Apocalipsis.
En el folio siguiente están los personajes en pie en dos registros. Los de arriba se toman de la mano de un modo curioso, mientras los de abajo van sueltos y algunos adoptan la postura que indica duelo o dolor, con la mano apoyada en la barbilla. La inscripción dice: “Isti sunt judicati et damnati et copulati”. La indicación de que se unen entre sí lleva al miniaturista a pintarlos enlazados de las manos, si bien tampoco la frase procede del texto y su Comentario.
Se abre un hueco en la parte media y da paso a un infierno, con los condenados muertos y desnudos, como nadando en un estanque de fuego: “Isti sunt mortui de inferno qui non erunt iudicati”. Es clara la distancia entre esta forma de concebir el juicio y la que se impondrá procedente de Bizancio.
Joaquín Yarza Luaces
Universidad Autónoma de Barcelona
(Fragmento del libro de estudio Beato de Fernando I y Doña Sancha)
“Y vi un gran trono blanco y uno sedente sobre él, de cuya vista huyó la tierra y el cielo y su lugar no fue hallado. Y vi los muertos, grandes y pequeños que estaban ante el trono, y los libros fueron abiertos. Y se abrió otro libro que es el de la vida y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros y según sus obras. Y el mar devolvió los muertos que estaban en él, y la muerte y el infierno dieron los muertos que estaban en ellos. Y fue hecho juicio de cada uno según sus obras. Y el infierno y la muerte fueron colocados en el estanque de fuego. Esta es la segunda muerte. Y el que no se encontró escrito en el libro de la vida, fue colocado en el estanque de fuego”.
Estamos ante el juicio final. Beato afirma que el trono es la figura del juicio desde donde juzgará Cristo. El libro es la vida de Cristo, siendo juzgados todos de acuerdo con la ley y el evangelio. El color blanco del trono se debe a su inocencia. Los muertos que devuelve el mar, que espiritualmente es este mundo, son los que van a ser juzgados por Cristo. Todo el comentario es claro y repite conceptos e ideas presentes en todo momento.
Los beatos van a proponer una grandiosa imagen de Juicio, pero ajena a la fórmula iconográfica que se irá imponiendo en Europa, sobre todo procedente de Bizancio. Se ha propuesto también para los beatos un origen parcial bizantino, pero no existen argumentos sólidos que lo justifiquen, mientras todo apunta a una fórmula propia o en todo caso con orígenes diferentes a los orientales conocidos. Williams ha puesto de manifiesto la singularidad de la imagen y cómo refleja el Comentario, más que el propio Apocalipsis, incluso trayendo a colación textos que proceden de otra parte.
Los Beatos de Magio (ff. 219v-220), Valcavado (ff. 180v-181), Seo de Urgel (ff. 196v-197), o el de Fernando I, ofrecen una composición de doble folio, completamente plena de una muchedumbre de personajes en cuatro registros a la izquierda y tres a la derecha, siendo siempre muy semejantes entre sí, de modo que se tiene la impresión de que todo quedó fijado bien en tiempos de Magio o poco antes.
Comenzando por la zona superior de la izquierda, encontramos la Maiestas en mandorla sostenida por las más altas jerarquías de ángeles: “seraphin” y “cherubin”, aunque no lleven los tres pares de alas de otras ocasiones. Hay tres registros inferiores donde se ordena una multitud sentada y en pie. Mientras en el Beato de Magio, por ejemplo, se comienza con una distribución ordenada y con números elegidos (siempre dos grupos de tres) para acabar abajo con mayor desorden, en el Beato de Fernando I y doña Sancha no hay variación: primero hay seis en el centro en pie y dos grupos de tres sentaos a derecha e izquierda. Luego se invierten, figurando seis sedentes en el centro con dos grupos de tres en pie, a los lados, para repetir abajo la primera disposición. De esta manera se vuelve a obtener un aspecto de orden que produce incluso el efecto de que hay menos personajes que en los otros manuscritos. Sin embargo, no es esta la única razón de que se obtenga esta sensación porque el cambio respecto a Magio se había dado ya en el Beato de Valcavado y, sin embargo, la confusión y el abigarramiento es el mismo. La inscripción indica: “hii (o hu) sunt qui non iudicantur et judices sunt cum his que judicant utrumque regnat”, frase del Comentario, pero que no figura en el Apocalipsis.
En el folio siguiente están los personajes en pie en dos registros. Los de arriba se toman de la mano de un modo curioso, mientras los de abajo van sueltos y algunos adoptan la postura que indica duelo o dolor, con la mano apoyada en la barbilla. La inscripción dice: “Isti sunt judicati et damnati et copulati”. La indicación de que se unen entre sí lleva al miniaturista a pintarlos enlazados de las manos, si bien tampoco la frase procede del texto y su Comentario.
Se abre un hueco en la parte media y da paso a un infierno, con los condenados muertos y desnudos, como nadando en un estanque de fuego: “Isti sunt mortui de inferno qui non erunt iudicati”. Es clara la distancia entre esta forma de concebir el juicio y la que se impondrá procedente de Bizancio.
Joaquín Yarza Luaces
Universidad Autónoma de Barcelona
(Fragmento del libro de estudio Beato de Fernando I y Doña Sancha)