Esta miniatura es continuación de la anterior: la nueva Jerusalén celestial (f. 208v), la patria de los justos y elegidos, donde habita Dios con la multitud de santos. A partir de Magio, forma un conjunto con esta visión de Cristo en su trono, rodeado de estrellas y circundado por una mandorla oval decorada; desde el propio trono brota el río de la vida. A ambos lados de Cristo se sitúan sentados los veinte, que reinarán con Dios, como indica la inscripción.
Desde la cima de un promontorio, el ángel habla a san Juan y le muestra el río de la vida. Aparecen en la esquina inferior de la imagen, siguiente el esquema compositivo tradicional. Una extensa inscripción explica la misión del ángel a san Juan. El copista desconocía el texto, como demuestra el hecho de haberlo copiado alterando el orden de las palabras, a veces partidas y mal colocadas.
El árbol que aparece en la parte izquierda de la miniatura, cargado de frutos de múltiples tipos, nace en medio de la plaza de la Jerusalén celeste, siguiendo el texto apocalíptico.
Ángela Franco Mata
Jefa del Departamento de Antigüedades Medievales del Museo Arqueológico Nacional
(Fragmento del libro de estudio Beato de Silos)