El Infierno de los oficios prosigue, de nuevo sobre un fondo de llamas, ocupando la media página que precede al comienzo del comentario al Apocalipsis y al retrato de su autor.
Los demonios se ensañan con un zapatero que sujeta en cada mano un par de zapatos y contempla con aire inquieto al monstruo que levanta una horma para golpearle. A su lado, un diablo hunde su dedo en el ojo de un rico o de un peletero cuyas rodillas están cubiertas por una piel de marta cebellina. Un viticultor –posteriormente feminizado como dos de los condenados de la miniatura precedente–, que lleva un racimo y una podadora, es acosado por el maligno.
Debajo, los espíritus infernales la emprenden con los pañeros. Uno de ellos, a la izquierda, es prisionero de un diablo que le agarra del pelo y de un brazo mientras un segundo verdugo, desplegando una pieza de tejido a rayas, se dispone a medirla con una vara mientras interroga al mercader deshonesto. Otro comerciante, pañero o sastre, corta con las tijeras una franja de paño también a rayas mientras el demonio le ata una cuerda al cuello para estrangularlo. Finalmente, un mozo de cuerda que lleva sobre los hombros un pesado saco es maltratado a su vez.
Bajo esta última escena de los suplicios que sufren los condenados, el autor del comentario o el traductor ha sido representado con los rasgos de un monje, descalzo, vestido al modo de un Hermano Menor, con un sayal pardo ceñido al talle por un cíngulo. Está sentado ante un pupitre al abrigo de una rudimentaria arquitectura. Sostiene los instrumentos del copista –el cálamo para escribir y el raspador para eliminar los errores– y se dispone a redactar su obra.
Marie-Thérèse Gousset y Marianne Besseyre
Centro de Investigación de Manuscritos Iluminados, Bibliothèque nationale de France
Fragmento del libro de estudio Apocalipsis 1313
El Infierno de los oficios prosigue, de nuevo sobre un fondo de llamas, ocupando la media página que precede al comienzo del comentario al Apocalipsis y al retrato de su autor.
Los demonios se ensañan con un zapatero que sujeta en cada mano un par de zapatos y contempla con aire inquieto al monstruo que levanta una horma para golpearle. A su lado, un diablo hunde su dedo en el ojo de un rico o de un peletero cuyas rodillas están cubiertas por una piel de marta cebellina. Un viticultor –posteriormente feminizado como dos de los condenados de la miniatura precedente–, que lleva un racimo y una podadora, es acosado por el maligno.
Debajo, los espíritus infernales la emprenden con los pañeros. Uno de ellos, a la izquierda, es prisionero de un diablo que le agarra del pelo y de un brazo mientras un segundo verdugo, desplegando una pieza de tejido a rayas, se dispone a medirla con una vara mientras interroga al mercader deshonesto. Otro comerciante, pañero o sastre, corta con las tijeras una franja de paño también a rayas mientras el demonio le ata una cuerda al cuello para estrangularlo. Finalmente, un mozo de cuerda que lleva sobre los hombros un pesado saco es maltratado a su vez.
Bajo esta última escena de los suplicios que sufren los condenados, el autor del comentario o el traductor ha sido representado con los rasgos de un monje, descalzo, vestido al modo de un Hermano Menor, con un sayal pardo ceñido al talle por un cíngulo. Está sentado ante un pupitre al abrigo de una rudimentaria arquitectura. Sostiene los instrumentos del copista –el cálamo para escribir y el raspador para eliminar los errores– y se dispone a redactar su obra.
Marie-Thérèse Gousset y Marianne Besseyre
Centro de Investigación de Manuscritos Iluminados, Bibliothèque nationale de France
Fragmento del libro de estudio Apocalipsis 1313