Las langostas conducidas por Abadón (Apocalipsis 9, 8-12)
Al abrigo de una arcada, Juan sentado ante su escritorio recibe, con un gesto de acogida, el mensaje del ángel que desciende de la nube (f. 26v) dándole la orden de describir el terrorífico cortejo del ejército infernal.
El pintor ha elegido plasmar visualmente esas langostas acorazadas de hierro, cuyas alas, según el Apocalipsis, suenan como carros de guerra lanzados al combate, con una cohorte de jinetes armados conducida por un príncipe laico tocado con un sombrero de pico y llevando una gigantesca lanza. Encarnación del destino en marcha, parece ser una especie de doble metafórico del rey con la espada que le sigue con su tropa: se trata del ángel del abismo, Abadón, cuyo nombre significa perdición y que a veces se emplea para designar el Infierno. Esa misma idea de destrucción se encuentra en la etimología de «Apolyon», equivalente griego del vocablo hebreo, y cuya consonancia evoca por añadidura a Apolo, ambigua divinidad comparable a un Lucifer heleno. El texto insiste más aún al añadir que ese rey coronado, que avanza a la cabeza de una horda de soldados procedente directamente de las profundidades de la tierra, lleva en lengua romana el nombre de «Gastans», sinónimo de destrozo y devastación.
La página está muy estructurada por una doble arcada decorativa que la escinde en sentido vertical: a la izquierda, los soldados armados con lanzas y alabardas destacan en anaranjado sobre un fondo azul obscuro, dispuestos a asolar el mundo bajo el gobierno de aquel misterioso guía que, en la parte derecha, simboliza sobre un fondo dorado lo irrevocable de la cólera divina.
Marie-Thérèse Gousset y Marianne Besseyre
Centro de Investigación de Manuscritos Iluminados, Bibliothèque nationale de France
Fragmento del libro de estudio Apocalipsis 1313
