El Cordero es el centro de esta composición circular. El miniaturista lo ha despojado del carácter monstruoso con que se lo describe en el texto. Aparece rodeado por una mandorla de plata y a su alrededor, sobre un fondo azul con estrellas, el Señor, los cuatro seres vivientes flanqueados por un anciano músico y otros que llevan copas o libros, formando un total de nueve. El gran círculo que los rodea, antiguo símbolo solar e imagen del universo, se concebirá como expresión gráfica de la universalidad de la salvación del ser humano por la Pasión de Cristo y de la expansión de su mensaje en el cosmos, a través de los cuatro seres vivientes que ocupan las cuatro direcciones del mundo.
Cuatro ángeles sostienen este círculo de plata; los dos de abajo actúan a modo de atlantes clásicos. Fuera del marco quedan san Juan y el ángel, dialogando ausentes del relato apocalíptico.
La imagen del Cordero era usual en el arte paleocristiano, aunque tuvo su apogeo durante el período carolingio, apareciendo asociado a manuscritos apocalípticos.
Carlos Miranda García-Tejedor
Doctor en Historia
Fragmento del libro Beato de San Andrés de Arroyo