La miniatura se sitúa al principio de matitines, por lo tanto, el marco, que presenta una muesca en la parte superior izquierda, que le hubiera correspondido no debería ser el que aparece, sino que tendría que haber abarcado la ilustración junto con el salmo.
La imagen muestra el jardín del Edén, con la fuente del Paraíso surgiendo de las aguas de un río; a continuación, el árbol de la ciencia del bien y del mal en cuyo tronco está enroscada una serpiente de torso y cabeza humanos que entrega un fruto a Eva que lo recoge; seguidamente, Adán parece marcharse del lugar, pero vuelve su cabeza para observar a Eva. El fondo está ocupado por multitud de árboles. En la cenefa, aparece un monstruo tocando una cornamusa, otro tañendo un laúd y uno más con vestiduras militares.
En primer lugar, no está clara la especie de árbol que aparece en esta miniatura. Según la tradición latina, se trataría de un manzano; según la traducción de los Setenta, de una higuera. No obstante, por lo general, los directores de los artistas han elegido a partir de la vegetación de la zona en donde vivían. Los bizantinos e italianos le darán el aspecto de una higuera; por su parte, salvo excepciones muy claras, el manzano, que sólo había aparecido en el curso del siglo xii, suplanta todos los demás árboles.
En cuanto a la serpiente, ésta aparece en la Biblia como instrumento del diablo. En la ilustración del Libro de horas de Luis de Orleans muestra un aspecto asexuado, cuando en numerosas representaciones, en que se da aspecto semihumano al tentador, suele aparecer con el cuerpo liso y tenue y con el busto femenino (in specie virginis o caput virgineum habens), para admitir que está dotada de palabra o que, antes de la caída, los protoplastos entendían a los animales, y como recuerdo de las sirenas antiguas.
Eva, mientras escucha al tentador recoge el fruto prohibido: esta fórmula, habitual entre los bizantinos, como se ve en rollos de Exultet y en una biblia bizantina de fines del siglo xii (París, Bibliothèque nationale de France, ms. gr. 1186), puede verse en occidente en algunas miniaturas, como la del Codex Virgilianus (f. 17r.) de la Biblioteca de El Escorial.
La actitud de Adán da la sensación de desentenderse de lo que ocurre, ya que, para la mayoría de los teólogos, Eva fue la principal culpable del pecado al entrar en contacto con la serpiente, como puede comprobarse en un texto de san Agustín cuando dice que el diablo «escogió [...] la culebra, un animal lúbrico y que se mueve con tortuosos meneos, apto para el propósito de hablar por su boca. Y [...] (se dirigió) con falacia a la mujer. Comenzó por la parte inferior de la sociedad humana, para ascender gradualmente al todo, en la conciencia de que el varón no sería tan fácilmente crédulo y de que no podría ser engañado por error de no ser accediendo al error ajeno» (La Ciudad de Dios: l. 14, c. 11). En opinión del obispo de Hipona, el pecado, fundamentalmente, fue de soberbia.