Libro de Horas de Luis de Orleans

f. 23v, Moisés niño tira la corona del faraón. La prueba del fuego


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La ilustración representa a un rey sentado en su trono cubierto con telas verdes con bordados de oro. El monarca, de edad avanzada, según muestra su pelo y barba grises, viste un sayón y una capa azul con un gran cuello de armiño; con su mano derecha, hace un gesto, posiblemente de aceptación; lo acompañan cuatro consejeros que llevan lobas rojas sobre sayo blanco; uno de ellos, hace un gesto parecido al del rey. Por último, un hombre presenta ante el faraón a Moisés niño, que lleva las manos juntas, ambos, acompañante y muchacho, van vestidos con sayos cortos; aquél lleva botas sobre las calzas y éste calzas simples. Al lado del niño, hay un cuenco con fuego y dos coronas en el suelo.
Este tema de la vida de Moisés es apócrifo, ya que no se encuentra en las Santas Escrituras, pero sí aparece en las biblias versificadas de Hermann de Valenciennes y de Geffroi de París. El motivo aparece tardíamente en el arte medieval por influencia del Speculum Humanae Salvationis, que lo tomó de las Antigüedades judías de Flavio Josefo y de la Historia Escolástica de Petrus Comestor, para agregar una prefiguración de la Matanza de los Inocentes y de la Caída de los ídolos en Egipto al paso de Jesús niño. La leyenda cuenta que, durante su infancia, Moisés, mientras jugaba, tiró una corona adornada con una piedra grabada con la imagen del dios Ammón –otra versión señala que se la puso sobre su cabeza. Uno de los ministros del faraón, que había soñado que Moisés le arrebataría la corona, aconsejó matarlo; sin embargo, otro aconsejó someterlo a una ordalía consistente en presentar al niño dos copas, una contenía un anillo con un rubí; la otra, un carbón encendido. Si elegía la primera, se le consideraría culpable y se le daría la muerte; si, por el contrario, escogía la segunda, sería perdonado. Conducido por un ángel, puso la mano sobre la brasa que se llevó a la boca, por lo que, a causa de este accidente, tuvo dificultad de palabra. Este tema no es, en absoluto, frecuente y puede verse, en el siglo xiv, en el Salterio de la reina Mary.

f. 23v, Moisés niño tira la corona del faraón. La prueba del fuego

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La ilustración representa a un rey sentado en su trono cubierto con telas verdes con bordados de oro. El monarca, de edad avanzada, según muestra su pelo y barba grises, viste un sayón y una capa azul con un gran cuello de armiño; con su mano derecha, hace un gesto, posiblemente de aceptación; lo acompañan cuatro consejeros que llevan lobas rojas sobre sayo blanco; uno de ellos, hace un gesto parecido al del rey. Por último, un hombre presenta ante el faraón a Moisés niño, que lleva las manos juntas, ambos, acompañante y muchacho, van vestidos con sayos cortos; aquél lleva botas sobre las calzas y éste calzas simples. Al lado del niño, hay un cuenco con fuego y dos coronas en el suelo.
Este tema de la vida de Moisés es apócrifo, ya que no se encuentra en las Santas Escrituras, pero sí aparece en las biblias versificadas de Hermann de Valenciennes y de Geffroi de París. El motivo aparece tardíamente en el arte medieval por influencia del Speculum Humanae Salvationis, que lo tomó de las Antigüedades judías de Flavio Josefo y de la Historia Escolástica de Petrus Comestor, para agregar una prefiguración de la Matanza de los Inocentes y de la Caída de los ídolos en Egipto al paso de Jesús niño. La leyenda cuenta que, durante su infancia, Moisés, mientras jugaba, tiró una corona adornada con una piedra grabada con la imagen del dios Ammón –otra versión señala que se la puso sobre su cabeza. Uno de los ministros del faraón, que había soñado que Moisés le arrebataría la corona, aconsejó matarlo; sin embargo, otro aconsejó someterlo a una ordalía consistente en presentar al niño dos copas, una contenía un anillo con un rubí; la otra, un carbón encendido. Si elegía la primera, se le consideraría culpable y se le daría la muerte; si, por el contrario, escogía la segunda, sería perdonado. Conducido por un ángel, puso la mano sobre la brasa que se llevó a la boca, por lo que, a causa de este accidente, tuvo dificultad de palabra. Este tema no es, en absoluto, frecuente y puede verse, en el siglo xiv, en el Salterio de la reina Mary.

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