«Existen dos plantas muy similares que brotan en primavera, producen hojas muy rugosas, bastante parecidas a las del cardo, y unas flores que en un caso son blanquecinas y en el otro amarillas, redondas y con los pétalos hendidos, que algunos llaman flor de primavera y otros hierba de la parálisis. Algunos modernos emplean indistintamente tanto una como la otra para los dolores de las articulaciones. Las raíces, según se dice, se hierven y su cocimiento puede beberse con provecho en casos de obstrucción renal y de vejiga. El jugo de esta hierba se bebe o se aplica externamente a modo de emplasto sobre los huesos fracturados o dislocados. Las mujeres tienen por costumbre lavarse la cara con el jugo de sus flores, pues pone la piel tersa y elimina todo tipo de manchas. Ambas plantas tienen una raíz de menos de un dedo de longitud y más fina que un meñique; de ella parten gran número de raíces secundarias, finas y perfumadas. La que cría la flor blanquecina y carece de tallo crece en las arboledas y los lugares escarpados y frescos, cerca de los bosques; la otra, la de la flor amarilla y con tallo, crece en los prados de montaña» (f. 127v).
Estas dos plantas representadas en páginas consecutivas (ff. 128r y 129r), y muy similares como bien dice el texto, viven en bosques y praderas en todo el hemisferio norte. Sus partes subterráneas contienen aceite esencial, glucósidos y flavonoides; son eficaces contra la tos, la bronquitis y el asma, cólicos nefríticos y reumatismo. Además, tienen efectos sedantes y analgésicos. Se usa su cocimiento o el extracto fluido, según fundamentos antroposóficos, como parte de un preparado para enfermedades del corazón, como arritmias y debilidad circulatoria.
Ramón Morales
Real Jardín Botánico de Madrid
(Fragmento del libro de estudio del Dioscórides de Cibo y Mattioli)
«Existen dos plantas muy similares que brotan en primavera, producen hojas muy rugosas, bastante parecidas a las del cardo, y unas flores que en un caso son blanquecinas y en el otro amarillas, redondas y con los pétalos hendidos, que algunos llaman flor de primavera y otros hierba de la parálisis. Algunos modernos emplean indistintamente tanto una como la otra para los dolores de las articulaciones. Las raíces, según se dice, se hierven y su cocimiento puede beberse con provecho en casos de obstrucción renal y de vejiga. El jugo de esta hierba se bebe o se aplica externamente a modo de emplasto sobre los huesos fracturados o dislocados. Las mujeres tienen por costumbre lavarse la cara con el jugo de sus flores, pues pone la piel tersa y elimina todo tipo de manchas. Ambas plantas tienen una raíz de menos de un dedo de longitud y más fina que un meñique; de ella parten gran número de raíces secundarias, finas y perfumadas. La que cría la flor blanquecina y carece de tallo crece en las arboledas y los lugares escarpados y frescos, cerca de los bosques; la otra, la de la flor amarilla y con tallo, crece en los prados de montaña» (f. 127v).
Estas dos plantas representadas en páginas consecutivas (ff. 128r y 129r), y muy similares como bien dice el texto, viven en bosques y praderas en todo el hemisferio norte. Sus partes subterráneas contienen aceite esencial, glucósidos y flavonoides; son eficaces contra la tos, la bronquitis y el asma, cólicos nefríticos y reumatismo. Además, tienen efectos sedantes y analgésicos. Se usa su cocimiento o el extracto fluido, según fundamentos antroposóficos, como parte de un preparado para enfermedades del corazón, como arritmias y debilidad circulatoria.
Ramón Morales
Real Jardín Botánico de Madrid
(Fragmento del libro de estudio del Dioscórides de Cibo y Mattioli)