Las tres cuartas partes del folio 47 están ocupadas por una gigantomaquia sin acompañamiento de línea alguna de texto, pero que se refiere al mito evocado en el verso 10 de las Theriaka. Nicandro refiere, al comienzo de su poema, la leyenda según la que las serpientes nacieron de la sangre de los Titanes vencidos por Zeus y su corte olímpica. Nueve gigantes, distribuidos en tres registros, yacen contra un fondo de arena y de agua, enrojecido por la sangre. Los reptiles que nacen de la metamorfosis de sus miembros inferiores invaden toda la composición con sus inquietantes siluetas. Los cuerpos contorsionados expresan el dolor de los hijos de la Tierra. El pintor ha intentado variar las poses, multiplicando los audaces escorzos. Los gigantes anguípedos aparecen en los vasos griegos desde el primer cuarto del siglo V antes de J.C.; esta iconografía, conforme a la descripción que da Apolodoro en la Biblioteca, se impone en la época imperial.
El tema mitológico de la gigantomaquia era conocido por los bizantinos. Sabemos que figuraba en un relieve colocado por Constantino el Grande en el muro del senado de Constantinopla. De hecho, la composición de la escena, inscrita en un cuadrado, se tomó verosímilmente de un modelo monumental. Pueden evocarse, como hizo Kurt Weitzmann, ciertos mosaicos de pavimentos romanos. El desorden que parece reinar en la imagen del folio 47 es, de hecho, sólo aparente; los gigantes derribados forman tres grupos muy legibles, pero que la diversidad de las poses permite animar.
La agitación de los personajes no suele encontrarse en el arte bizantino. Anthony Kutler y Jean-Michel Spieser han puesto de relieve, recientemente, que era propia de la iconografía pagana. Ni siquiera en las más violentas escenas de martirio podríamos encontrar semejante expresión del dolor. Reina allí, por el contrario, una armonía que expresa la esperanza en la resurrección prometida a los testigos de la fe. En el Suplemento griego 247, el contexto mitológico permitía recurrir a una imagen en la que se manifiesta todo el terror del combate titánico.
Podría extrañarnos encontrar, al final del volumen, una imagen que ilustra un verso copiado al principio del manuscrito. Sin embargo, aunque el final de las Alexipharmaka falta en el Nicandro parisino, parece que sus últimos folios están en el lugar original, como indica la distribución de los cuadernos descrita por Christian Förstel. Pese a la pérdida de un folio, que debía estar entre los folios 46 y 47, las últimas páginas forman efectivamente parte del mismo binion. La escena de la gigantomaquia ha sido pues alejada deliberadamente del verso donde Nicandro evoca el origen mítico de las serpientes. Introduce la evocación del jardín libre de los reptiles que lo infestaban. Estas dos imágenes con las que se cierra el códice forman un conjunto que resume el sentido del poema. El peligro del veneno de las temibles criaturas, nacidas de la tierra, puede ser vencido por la habilidad del médico.
Las tres cuartas partes del folio 47 están ocupadas por una gigantomaquia sin acompañamiento de línea alguna de texto, pero que se refiere al mito evocado en el verso 10 de las Theriaka. Nicandro refiere, al comienzo de su poema, la leyenda según la que las serpientes nacieron de la sangre de los Titanes vencidos por Zeus y su corte olímpica. Nueve gigantes, distribuidos en tres registros, yacen contra un fondo de arena y de agua, enrojecido por la sangre. Los reptiles que nacen de la metamorfosis de sus miembros inferiores invaden toda la composición con sus inquietantes siluetas. Los cuerpos contorsionados expresan el dolor de los hijos de la Tierra. El pintor ha intentado variar las poses, multiplicando los audaces escorzos. Los gigantes anguípedos aparecen en los vasos griegos desde el primer cuarto del siglo V antes de J.C.; esta iconografía, conforme a la descripción que da Apolodoro en la Biblioteca, se impone en la época imperial.
El tema mitológico de la gigantomaquia era conocido por los bizantinos. Sabemos que figuraba en un relieve colocado por Constantino el Grande en el muro del senado de Constantinopla. De hecho, la composición de la escena, inscrita en un cuadrado, se tomó verosímilmente de un modelo monumental. Pueden evocarse, como hizo Kurt Weitzmann, ciertos mosaicos de pavimentos romanos. El desorden que parece reinar en la imagen del folio 47 es, de hecho, sólo aparente; los gigantes derribados forman tres grupos muy legibles, pero que la diversidad de las poses permite animar.
La agitación de los personajes no suele encontrarse en el arte bizantino. Anthony Kutler y Jean-Michel Spieser han puesto de relieve, recientemente, que era propia de la iconografía pagana. Ni siquiera en las más violentas escenas de martirio podríamos encontrar semejante expresión del dolor. Reina allí, por el contrario, una armonía que expresa la esperanza en la resurrección prometida a los testigos de la fe. En el Suplemento griego 247, el contexto mitológico permitía recurrir a una imagen en la que se manifiesta todo el terror del combate titánico.
Podría extrañarnos encontrar, al final del volumen, una imagen que ilustra un verso copiado al principio del manuscrito. Sin embargo, aunque el final de las Alexipharmaka falta en el Nicandro parisino, parece que sus últimos folios están en el lugar original, como indica la distribución de los cuadernos descrita por Christian Förstel. Pese a la pérdida de un folio, que debía estar entre los folios 46 y 47, las últimas páginas forman efectivamente parte del mismo binion. La escena de la gigantomaquia ha sido pues alejada deliberadamente del verso donde Nicandro evoca el origen mítico de las serpientes. Introduce la evocación del jardín libre de los reptiles que lo infestaban. Estas dos imágenes con las que se cierra el códice forman un conjunto que resume el sentido del poema. El peligro del veneno de las temibles criaturas, nacidas de la tierra, puede ser vencido por la habilidad del médico.