Seguramente la más famosa de las miniaturas del códice, se dedica a Alfonso II, verdadero fundador del reino asturiano y, sobre todo, de Oviedo, concebida como nueva Toledo. Es también una de las más excepcionales, porque en ella se establece una relación entre la monarquía y lo divino. En la zona superior se despliega una gran Maiestas Domini, cuya estructura parece inspirada en la del Arca Santa de Oviedo, aunque de un modo más genérico responde al esquema de lo que solía ser un frontal argénteo o áureo. Pero el Arca en este caso es uno de los símbolos del reino, su valor más preciado y Alfonso II no es ajeno a su traslado y asentamiento. En torno a la imagen de Dios se encuentran los símbolos de los evangelistas con cuerpo humano, alas angélicas y cabeza del animal-símbolo correspondiente, de acuerdo con una vieja tradición muy arraigada en los reinos occidentales cristianos. Los apóstoles están bajo arcos de medio punto perfectamente identificados con inscripciones.
La zona inferior se centra con la figura del rey, cuya piedad sincera ha sido comparada a la de un monje. Se inclina ante la visión celeste, llevando sobre si todos los signos de la realeza, acompañado de su "armiger", portador de sus armas y guardián personal en este caso. La elección de la Virgen y San Miguel a los lados, como protectores e intercesores no es casual, sino que obedece al culto singular que se les rindió. Aunque la composición es bastante original no deja de acusar semejanzas con las de otros cartularios anteriores.
La suavidad de color que caracteriza al miniaturista sigue manifestándose aquí. Nunca elegirá tonos estridentes y sólo de manera excepcional recurrirá a otros intensos. También abunda el oro, porque el obispo deseó hacer un manuscrito de lujo. En el dibujo se manifiestan dos aspectos contrapuestos. Por una parte es plenamente románico y europeo, Por otra, conserva ciertos estilemas de tradición altomedieval, sobre todo en los pliegues de los mantos.
Seguramente la más famosa de las miniaturas del códice, se dedica a Alfonso II, verdadero fundador del reino asturiano y, sobre todo, de Oviedo, concebida como nueva Toledo. Es también una de las más excepcionales, porque en ella se establece una relación entre la monarquía y lo divino. En la zona superior se despliega una gran Maiestas Domini, cuya estructura parece inspirada en la del Arca Santa de Oviedo, aunque de un modo más genérico responde al esquema de lo que solía ser un frontal argénteo o áureo. Pero el Arca en este caso es uno de los símbolos del reino, su valor más preciado y Alfonso II no es ajeno a su traslado y asentamiento. En torno a la imagen de Dios se encuentran los símbolos de los evangelistas con cuerpo humano, alas angélicas y cabeza del animal-símbolo correspondiente, de acuerdo con una vieja tradición muy arraigada en los reinos occidentales cristianos. Los apóstoles están bajo arcos de medio punto perfectamente identificados con inscripciones.
La zona inferior se centra con la figura del rey, cuya piedad sincera ha sido comparada a la de un monje. Se inclina ante la visión celeste, llevando sobre si todos los signos de la realeza, acompañado de su "armiger", portador de sus armas y guardián personal en este caso. La elección de la Virgen y San Miguel a los lados, como protectores e intercesores no es casual, sino que obedece al culto singular que se les rindió. Aunque la composición es bastante original no deja de acusar semejanzas con las de otros cartularios anteriores.
La suavidad de color que caracteriza al miniaturista sigue manifestándose aquí. Nunca elegirá tonos estridentes y sólo de manera excepcional recurrirá a otros intensos. También abunda el oro, porque el obispo deseó hacer un manuscrito de lujo. En el dibujo se manifiestan dos aspectos contrapuestos. Por una parte es plenamente románico y europeo, Por otra, conserva ciertos estilemas de tradición altomedieval, sobre todo en los pliegues de los mantos.