Océano Atlántico
Representando el Atlántico septentrional y las tierras del Nuevo Mundo, tenemos en el Atlas Miller sólo un ejemplar cartográfico, pero es un especimen muy interesante y de grandes dimensiones, correspondiendo a lo que antaño, cuando el atlas estaba encuadernado, debe de haber sido una de las caras del enorme desplegable. Esta representación cartográfica del Atlántico septentrional, con las tierras del Nuevo Mundo, tiene un ámbito geográfico que va desde Terranova hasta Guinea, y desde el golfo de México hasta las Islas Británicas, pero no puede ser clasificada como una carta hidrográfica. Al contrario de todas las otras cartas regionales del Atlas Miller, esta no presenta ningún sistema de líneas de rumbo ni rosas de los vientos. No se podría, pues, navegar con ella. Es un ejemplar de pura ilustración geográfica o geopolítica y, sin duda por eso, está tan cuidadosamente decorado y pintado. Ostenta no sólo miniaturas de navíos, fauna, flora etc., sino también auténticos paisajes campestres y boscosos en los que se conjugan diversos elementos para dar una impresión de conjunto, a veces con una ilusión de perspectiva, abriéndose a la distancia y realzando la enormidad de las nuevas tierras desconocidas con las que estaban estableciendo contacto los europeos, tanto en África como en el Nuevo Mundo.
Aunque con este mapa no se pueda navegar, figuran, sin embargo, un tronco de leguas y un meridiano graduado de latitudes, ambos situados en medio del Atlántico, a occidente del archipiélago de las Azores. Están representados el Ecuador y el trópico de Cáncer, y otros paralelos, con los siete círculos de climas en el hemisferio norte, siguiendo a Tolomeo.
La toponimia es sobre todo abundante en los litorales de Terranova (perteneciente a Portugal según el Tratado de Tordesillas), toda en portugués; en los litorales de tierra firme e islas del occidente pertenecientes a la Corona de Castilla aparece con una mezcla de grafías portuguesas y grafías castellanas. Sin embargo, no hay un solo topónimo en los litorales africanos que llevan al golfo de Guinea, donde desde tiempo atrás los portugueses tenían sus bases principales y su castillo de Mina. Sin duda, esta falta de toponimia es deliberada, para no facilitar demasiado el camino…
Hay tres leyendas principales en latín: una sobre Terranova, otra junto a la Florida y las Antillas y otra en la Tierra Firme de los castellanos; estaba prevista una cuarta, aún mayor, cuya cartela fue realizada en la parte alta del mapa, pero en la que no se llegó a escribir nada. La primera de estas leyendas se refiere al descubrimiento inicial portugués de la Terra Corte Regalis (Terranova, etc.) y al hecho de que esas regiones del norte eran habitadas por hombres salvajes que, aunque del mismo color que los europeos, vivían como los antiguos sátiros y faunos, y se dice también que era tierra áspera y montañosa, muy poblada de osos y otras fieras, y con grandes ríos y cursos de agua que facilitarían la penetración al interior (sin duda el golfo de San Lorenzo, etc.). La segunda leyenda, frente a lo que es ya una representación (aunque muy torpe) de la península de la Florida, nos dice que esa tierra (sin duda entonces aún poco conocida) se sitúa a Occidente y es parte de lo que los cosmógrafos llamaban “mundus novus”, y es abundante en oro y otras mercancías, y confina al sur con el gran Brasil y al norte con Terranova y Noruega (es decir, Groenlandia). La tercera leyenda, muy pequeña (o inacabada), nos dice simplemente que en esas tierras de las Antillas del rey de Castilla, donde está colocada, se encuentra oro.
Alfredo Pinheiro Marques
Centro do Estudos do Mar Luís de Albuquerque
(Fragmento del libro de estudio Atlas Miller)