El quinto mapa de nuestro atlas representa el continente africano al sur del ecuador, las islas que bordean su costa oriental, como Zanzíbar y Pemba, Madagascar, las Comores, las Seychelles, las Mascareñas y algunas islas secundarias del Índico. En cuanto a éstas, sus dimensiones son, como las de todos los pequeños accidentes de la costa, manifiestamente exageradas, como en toda la cartografía portuguesa de la época.
Las miniaturas, que reproducen un tipo presente ya desde c. 1520 en los mapas de los Reinel, muestran que del interior del continente africano había ya ciertas nociones. Como se deduce de la comparación con otros mapas coetáneos, el gran río que, con numerosos afluentes, es el Nilo, de que se sabía ya que tenía su nacimiento en los grandes lagos del África Oriental. Este supuesto Nilo forma entre sus dos brazos una gran isla, donde está representado un rey negro, y, tras él, su castillo o palacio, de fantasiosa arquitectura. Nos sentiríamos tentados de afirmar que pretende representar al rey del Congo, quien era bajo influencia portuguesa desde las expediciones de Diogo Cão (1483-1485), y se había convertido al cristianismo.
El resto de las miniaturas que cubren el continente africano presentan, más que las de Asia, un aspecto razonablemente realista. La fauna engloba, junto a un animal alado de aspecto fabuloso, a un cocodrilo, un elefante y varias serpientes. La flora, al contrario, es poco característica y escasamente representativa. Como en los demás mapas, las escenas representadas en el fondo parecen tener una intención sobre todo decorativa. Sobre el Océano Índico aparecen monstruos marinos, más o menos fantasiosos, la representación de una nao, y de una carabela, y, cuatro rosas de los vientos con el Norte señalado por una flor de lis, como es tradicional en la cartografía portuguesa.
En cuanto a la toponimia, su carácter náutico y lusitano testimonia el débil contacto que las expediciones de descubrimiento tuvieron con las poblaciones locales. Se reparará, especialmente, en la ausencia de topónimos nativos que, a finales del siglo xvi, con el establecimiento efectivo de los portugueses en el territorio, resultarán importantes. Madagascar presenta el nombre que le fue atribuido por Marco Polo y que ha permanecido en uso hasta hoy, y no el de Ilha de S. Lourenço, frecuente en los textos y mapas portugueses quinientistas.
Luís Filipe F. R. Thomaz
Director del Instituto de Estudios Orientales de la Universidad Católica Portuguesa
(Fragmento del volumen de estudios Atlas Vallard)