Parte de España, Noroeste de África, Islas Canarias e Islas Azores
El mapa representa la costa occidental africana y una parte de la Península Ibérica, los archipiélagos adyacentes y una nesga del nordeste brasileño. Cartográficamente es, quizá, el más perfecto de los mapas contenidos en el atlas, lo cual no resulta sorprendente puesto que se trata de regiones minuciosamente exploradas por los portugueses desde 1434.
El programa iconográfico distingue claramente el África Negra –con habitantes de piel negra y semidesnudos– del Magreb –poblado de blancos vestidos a la manera islámica. Al fondo del Golfo de Guinea figura un potentado indígena y el esbozo convencional de una ciudad amurallada; se trata probablemente del reino de Benín, con el que los portugueses tenían relaciones diplomáticas desde la embajada de João Afonso de Aveiro en 1485. Al Oeste, la iconografía es bastante realista, con representación de animales de la fauna africana, como el elefante y el rinoceronte, varias hienas y una aldea de nativos, con chabolas redondas con su característica techumbre cónica, escalonada.
La nomenclatura geográfica de la costa africana es casi totalmente una toponimia náutica y de descubrimiento, basada en la configuración de la costa o en episodios fortuitos sobrevenidos con ocasión de la primera exploración. De origen nativo sólo hallamos tres o cuatro topónimos, como Benín. De origen descriptivo aparecen topónimos como Cabo Verde. Otros nombres recuerdan episodios más o menos fortuitos, como grandes pesquerías de los descubridores, de gambas en el río que quedó con el nombre de Gambia. Otros topónimos aluden a un comercio que se desarrollaba allí desde los primeros tiempos, como es el caso del castillo de la Mina [de oro]. Otros accidentes geográficos, como río S. Domingos, el cabo S. Paulo, etc., tienen nombres de santos, probablemente el del santo conmemorado el día de cada descubrimiento.
Es interesante observar que la mayor parte de estos topónimos permaneció en uso hasta nuestros días. La permanencia es, aparentemente, mayor en esta región que en cualquier otra, lo que puede explicarse por dos factores: por la antigüedad del descubrimiento, que dio tiempo a que la nomenclatura atribuida por los descubridores enraizase en la cartografía; y por el carácter inhóspito de la región, asolada por las fiebres, que en nada favorecía el que los europeos se estableciesen allí de manera permanente.
Luís Filipe F. R. Thomaz
Director del Instituto de Estudios Orientales de la Universidad Católica Portuguesa
(Fragmento del volumen de estudios Atlas Vallard)