Las señales de cataclismos cósmicos o terrestres anuncian el fin de los tiempos. Al abrir el sexto sello se produce un terremoto, el sol se vuelve negro y la luna se cubre de sangre, las estrellas caen del cielo y el cielo se enrolla como un libro, mientras los montes y las islas cambian de lugar. Los reyes de la tierra, los poderosos, etc., se ocultan de la ira del Cordero y del que está sentado en el trono, “porque llegado es el gran día de la ira”. Parece claro el mensaje, aunque Beato va a recurrir a fuentes que le proporcionarán alguna explicación incomprensible.
Situaciones como esta se prestan mejor a miniaturistas que posean un espíritu más inquieto, nervioso o dramático que a los autores del Beato de Fernando I. Magio concibe una de sus mejores obras (f. 112). Crea un clima de agitación con unos medios relativamente limitados, especialmente en el área inferior que corresponde a la tierra, con los árboles de ramas agitadas, los montes esquemáticos pero muy dinámicos y la confusa y gesticulante muchedumbre de los reyes, poderosos, etc. Otro tanto se ve en el Beato de Valcavado (f. 98v) en el que Oveco, su ilustrador, compensa sus deficientes dotes técnicas con una capacidad comunicativa que está entre el expresionismo y lo grotesco. Esto mismo ocurre ahora. Sin embargo, los excelentes artistas del Beato de Gerona (f. 131v) son incapaces de obtener estos efectos, resultando todo muy estático.
Esta es la situación del segundo artista del Beato de Fernando I. Su obra es bellísima, pero respira una placidez que se acomoda muy mal con la idea de terror cósmico que se desprende del texto. Como en los otros, la parte alta la ocupa una excelente “Maiestas comino”: el Señor entronizado, portando el libro en una mano y extendiendo la otra, envuelto en la mandorla circular, también de signo celeste, que sostienen dos ángeles, mientras a ambos lados hay seis ancianos. La imagen del sol desprovisto de luz se anima con una estrella de ocho puntas dibujada en trazo rojo sobre el tono oscuro general, mientras la luna es toda roja. La inscripción dice exactamente: “ic sol obscurabitur et luna in sanguine versa est”. Quiero decir que se comete el error de escribir “ic” por “hic”, prueba una vez más de que seguramente el miniaturista no sabía escribir. Las estrellas en número de diecisiete caen a tierra (“ubi stelle ceciderunt in terra”). Aunque es muy grato el efecto de paisaje elemental conseguido con algunos árboles y montes y se han acumulado numerosas figuras, nunca se pierde esa serenidad tan común en el manuscrito. Los montes deben caer sobre ellos y cubrirlos: “ubi homines dicebunt montib (u)s cadete super nos et colles cooperite nos”.
La explicación de Beato, tomada de Ticonio y Victorino de Pettau, es claramente simbólica. La situación del sol quiere decir que se ha apagado el esplendor de la doctrina, debido a los incrédulos, comienza en la exégesis breve. El rojo de la luna se debe a la sangre de los santos. La presencia de este color se relaciona siempre con la sangre de los mártires o de los justos. La caída de las estrellas indica que los santos están perturbados porque saben que llega el Anticristo. Todo sucederá en el tiempo en que este ser viva en la tierra, que es el comienzo del fin. Hasta ahora todo es normal, pero luego añade que los reyes, tribunos, etc. que se esconden, son los santos que acabarán por triunfar del Anticristo, pero que se ocultan inicialmente, esto es, que buscan el auxilio de los apóstoles, los profetas y los mártires. En al “explanatio” mayor se reiteran algunas de estas ideas, como la identificación de que los que se ocultan son los santos, que llaman en realidad a Cristo y a los santos padres. Buscan ayuda, porque el fin del mundo está próximo. La explicación más común de estos seres los considera en la esfera de lo negativo. En cuanto al plano superior, empieza por decir que sol, luna y estrellas son la Iglesia. La luz es signo de sabiduría y la oscuridad de ignorancia, de modo que los ignorantes se identifican con ella. Con el terremoto se anuncia la venida del Anticristo.
Joaquín Yarza Luaces
Universidad Autónoma de Barcelona
(Fragmento del libro de estudio Beato de Fernando I y Doña Sancha)
Las señales de cataclismos cósmicos o terrestres anuncian el fin de los tiempos. Al abrir el sexto sello se produce un terremoto, el sol se vuelve negro y la luna se cubre de sangre, las estrellas caen del cielo y el cielo se enrolla como un libro, mientras los montes y las islas cambian de lugar. Los reyes de la tierra, los poderosos, etc., se ocultan de la ira del Cordero y del que está sentado en el trono, “porque llegado es el gran día de la ira”. Parece claro el mensaje, aunque Beato va a recurrir a fuentes que le proporcionarán alguna explicación incomprensible.
Situaciones como esta se prestan mejor a miniaturistas que posean un espíritu más inquieto, nervioso o dramático que a los autores del Beato de Fernando I. Magio concibe una de sus mejores obras (f. 112). Crea un clima de agitación con unos medios relativamente limitados, especialmente en el área inferior que corresponde a la tierra, con los árboles de ramas agitadas, los montes esquemáticos pero muy dinámicos y la confusa y gesticulante muchedumbre de los reyes, poderosos, etc. Otro tanto se ve en el Beato de Valcavado (f. 98v) en el que Oveco, su ilustrador, compensa sus deficientes dotes técnicas con una capacidad comunicativa que está entre el expresionismo y lo grotesco. Esto mismo ocurre ahora. Sin embargo, los excelentes artistas del Beato de Gerona (f. 131v) son incapaces de obtener estos efectos, resultando todo muy estático.
Esta es la situación del segundo artista del Beato de Fernando I. Su obra es bellísima, pero respira una placidez que se acomoda muy mal con la idea de terror cósmico que se desprende del texto. Como en los otros, la parte alta la ocupa una excelente “Maiestas comino”: el Señor entronizado, portando el libro en una mano y extendiendo la otra, envuelto en la mandorla circular, también de signo celeste, que sostienen dos ángeles, mientras a ambos lados hay seis ancianos. La imagen del sol desprovisto de luz se anima con una estrella de ocho puntas dibujada en trazo rojo sobre el tono oscuro general, mientras la luna es toda roja. La inscripción dice exactamente: “ic sol obscurabitur et luna in sanguine versa est”. Quiero decir que se comete el error de escribir “ic” por “hic”, prueba una vez más de que seguramente el miniaturista no sabía escribir. Las estrellas en número de diecisiete caen a tierra (“ubi stelle ceciderunt in terra”). Aunque es muy grato el efecto de paisaje elemental conseguido con algunos árboles y montes y se han acumulado numerosas figuras, nunca se pierde esa serenidad tan común en el manuscrito. Los montes deben caer sobre ellos y cubrirlos: “ubi homines dicebunt montib (u)s cadete super nos et colles cooperite nos”.
La explicación de Beato, tomada de Ticonio y Victorino de Pettau, es claramente simbólica. La situación del sol quiere decir que se ha apagado el esplendor de la doctrina, debido a los incrédulos, comienza en la exégesis breve. El rojo de la luna se debe a la sangre de los santos. La presencia de este color se relaciona siempre con la sangre de los mártires o de los justos. La caída de las estrellas indica que los santos están perturbados porque saben que llega el Anticristo. Todo sucederá en el tiempo en que este ser viva en la tierra, que es el comienzo del fin. Hasta ahora todo es normal, pero luego añade que los reyes, tribunos, etc. que se esconden, son los santos que acabarán por triunfar del Anticristo, pero que se ocultan inicialmente, esto es, que buscan el auxilio de los apóstoles, los profetas y los mártires. En al “explanatio” mayor se reiteran algunas de estas ideas, como la identificación de que los que se ocultan son los santos, que llaman en realidad a Cristo y a los santos padres. Buscan ayuda, porque el fin del mundo está próximo. La explicación más común de estos seres los considera en la esfera de lo negativo. En cuanto al plano superior, empieza por decir que sol, luna y estrellas son la Iglesia. La luz es signo de sabiduría y la oscuridad de ignorancia, de modo que los ignorantes se identifican con ella. Con el terremoto se anuncia la venida del Anticristo.
Joaquín Yarza Luaces
Universidad Autónoma de Barcelona
(Fragmento del libro de estudio Beato de Fernando I y Doña Sancha)