Constituye una de las composiciones más deslumbrantes del programa ilustrativo de los beatos, tanto así que ha tenido cabida en la película El Nombre de la Rosa la que corresponde al Beato de Fernando I. Se figura a doble página en trece de los ejemplares conservados. La escena reúne diferentes episodios que se reflejan sin seguir un orden estricto de la sucesión narrativa. Explicada por medio de diversos textos, la ilustración está dominada por el gran dragón rojo de siete cabezas, que se constituye en el eje vertebrador de toda la historia; con las distintas cabezas lucha contra la mujer y los ángeles y vomita agua en el desierto, adonde aquella ha huido. Salvo en el Beato de Osma (f. 117v), donde el sol está sobre su cabeza y el niño desnudo sobre su vientre, los demás trasladan el sol al vientre, modalidad que se impone hasta el siglo XIII. Sobre la cabeza forman su corona doce estrellas. Bajo sus pies se dispone el disco lunar invertido (mulier amic/ta sole ex luna / sub pedibus ei[us] / et sup[er] caput / corona / stellarum). Se trata de un elemento fijo, a excepción, de nuevo, del Beato de Osma, que coloca la luna completa, y el de Arroyo (ff. 110v-111r), con el creciente hacia arriba. Si el dragón con su corpulencia y magnitud domina la escena, la mujer se repite en tres ocasiones. Importaba clarificar la sucesión de los acontecimientos. A la derecha de la ilustración, la mujer, alada, lleva al hijo ante el trono de Dios (ubi puer raptus est / ad d[ominu]m). La convención celeste se indica por medio de estrellas, donde están inscritos los tres personajes. La mujer, que ha huido al desierto, es representada abajo a la izquierda con grandes alas, una hacia abajo y la otra desplegada (date sunt / mulieri ale / aquile) y la serpiente (serpens / misit / aquam / ex / ore / suo / post / mulierem) alude a dicho animal satánico. San Miguel alado, acompañado de dos ángeles, sostiene una lucha con el dragón (michael et angeli eius cum draco[ne] / pugnant), venciendo y derribando a Satanás y a sus ángeles. Con su apariencia de Satanás, se halla atado en las profundidades del pozo del abismo interpretado a modo de cepo. En torno a él se sitúan desnudos sus ángeles sin alas (quos draco traxit angeli in infernum mittunt). Con su cola, el dragón ha barrido una tercera parte de las estrellas del cielo (ubi draco traxit / tertiam partem / stellarum), en número no coincidente en los distintos beatos, lo que significa simplemente un número simbólico. Los textos indicados coinciden con los de los beatos de la familia IIa, aunque se registran algunas variantes.
La visión de la lucha cósmica entre las fuerzas del bien y del mal constituye tal vez la más grandiosa de la revelación a Juan. Daría lugar a dos temas iconográficos del arte cristiano: San Miguel y la Inmaculada Concepción, esta última a partir del siglo XV. Sin embargo, tanto para Beato como para los primeros exegetas, la mujer vestida de sol personifica la Iglesia, y nada tiene que ver con la Virgen. Tanto el color como la composición imprimen a la ilustración un fuerte dramatismo. El dragón, que destaca por las cabezas y el colorido rojo, será derrotado por los ángeles lanceros, y ya vencido, contempla la caída de sus ángeles desnudos ápteros, prefiguración de los condenados en el Juicio Final.
Ángela Franco Mata
Jefa del Departamento de Antigüedades Medievales del Museo Arqueológico Nacional
(Fragmento del libro de estudio Beato de Silos)