La miniatura se divide en dos registros para presentar el templo con el arca de la alianza y a la bestia que surge de los infiernos para arrasar el mundo. El templo aparece en el registro superior, abierto para que se pueda contemplar el arca que alberga en su interior. Se trata de la forma en que Cristo manifiesta a la Iglesia que se ha abierto el camino de la profecía. El templo es visto desde dos perspectivas: desde arriba se puede contemplar la estructura de tres lóbulos, con tres cabezas humanas situadas en las claves; y de frente, con los pilares rojos que encuadran la fachada rematados en almenas.
La bestia, que se identifica con el Anticristo, surge del abismo. La bestia suele adoptar formas diferentes en cada manuscrito. En este Beato de Silos, está dotada de cuernos, aunque la melena la acerca a la idea del león. Mediante el dibujo de sus poderosas patas, el artista consigue transmitir el movimiento del monstruo. Además, da la sensación de que de sus amenazadoras fauces abiertas surgen terribles bramidos.
Estas dos imágenes, unidas en este beato, originalmente se habían representado por separado, como se puede comprobar en el Beato de Girona, donde la imagen de la bestia antecede a la miniatura dedicada al templo.
Dos peces trazados con gran elegancia forman la E que da inicio al texto inferior. El artista ha diseminado multitud de iniciales de este tipo a lo largo de todo el manuscrito, embelleciéndolo y haciendo que el espectador obtenga una sorpresa en cada pequeño detalle.
Ángela Franco Mata
Jefa del Departamento de Antigüedades Medievales del Museo Arqueológico Nacional
(Fragmento del libro de estudio Beato de Silos)