Lámina de la Coronación de espinas del Libro de Horas de Juana I de Castilla

1 lámina casi-original

Espléndida miniatura enmarcada con paspartú: 252 x 303 mm extraída del Libro de Horas de Juana I de Castilla. Realizada sobre un papel tipo pergamino, reproduce exactamente el folio del códice que una vez poseyó la reina Juana I de Castilla con todos sus matices: colores, oros, tacto, etc.

La reproducción es tan fiel que resulta imposible distinguirla del original.

La coronación de espinas presenta un aspecto particularmente dramático a través de la tensión entre Cristo soportando humildemente las afrentas y la crueldad de sus torturadores.

El Señor, sentado en un escabel, descalzo y con las manos atadas, mira con tristeza hacia un punto indeterminado; lleva un manto púrpura sobre los hombros, el torso y el rostro llenos de sangre a causa de los latigazos sufridos y de la corona que dos soldados clavan en su cabeza. Otro soldado, de perfil y calvo, se burla de Cristo al entregarle una caña y realizar una parodia de genuflexión; asimismo, como en la miniatura anterior, la boca mostrando los dientes indica su crueldad. Este gesto pone en paralelismo al ser humano con ciertos animales considerados especialmente violentos en la Baja Edad Media, todo ello siguiendo la exegesis del salmo 21, que se interpretó como una referencia a los verdugos, cuya crueldad era asimilable a la de toros, leones o perros. El soldado situado a la izquierda, junto al que hay restos de las espinas con que se trenzó la corona, y el que se encuentra detrás, junto a la puerta que da a un paisaje urbano, se limitan a observar, al igual que Pilato que, como en el caso anterior, lleva cuello y vueltas del sombrero de armiño y un largo bastón de juez. Éste, el sumo sacerdote que, junto a él, abre desmesuradamente la boca (mostrando, así, su maldad) y los soldados fuertemente armados, están situados en una estancia contigua a la cámara en donde Cristo está siendo torturado.

 

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La coronación de espinas presenta un aspecto particularmente dramático a través de la tensión entre Cristo soportando humildemente las afrentas y la crueldad de sus torturadores.

El Señor, sentado en un escabel, descalzo y con las manos atadas, mira con tristeza hacia un punto indeterminado; lleva un manto púrpura sobre los hombros, el torso y el rostro llenos de sangre a causa de los latigazos sufridos y de la corona que dos soldados clavan en su cabeza. Otro soldado, de perfil y calvo, se burla de Cristo al entregarle una caña y realizar una parodia de genuflexión; asimismo, como en la miniatura anterior, la boca mostrando los dientes indica su crueldad. Este gesto pone en paralelismo al ser humano con ciertos animales considerados especialmente violentos en la Baja Edad Media, todo ello siguiendo la exegesis del salmo 21, que se interpretó como una referencia a los verdugos, cuya crueldad era asimilable a la de toros, leones o perros. El soldado situado a la izquierda, junto al que hay restos de las espinas con que se trenzó la corona, y el que se encuentra detrás, junto a la puerta que da a un paisaje urbano, se limitan a observar, al igual que Pilato que, como en el caso anterior, lleva cuello y vueltas del sombrero de armiño y un largo bastón de juez. Éste, el sumo sacerdote que, junto a él, abre desmesuradamente la boca (mostrando, así, su maldad) y los soldados fuertemente armados, están situados en una estancia contigua a la cámara en donde Cristo está siendo torturado.

 

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