Juan consigna su visión (f. 31v) mientras ésta se inscribe en una composición donde la coherencia del espacio cede ante la organización cronológica del relato. La imagen se lee de arriba abajo, estando los dos episodios que agrupa vinculados por el recinto almenado de la gran ciudad, dotado de una puerta cuyo rastrillo está levantado.
Tras pasar los dos mil ciento sesenta días recorriendo aquella ciudad y dando testimonio de Cristo, Elías y Enoch son atacados por la Bestia salida del Abismo. Un león de pelaje anaranjado, cuya cola azota los árboles de los alrededores en señal de cólera, posa su poderosa pata sobre uno de los testigos, ya en el suelo, mientras muerde al otro en la cadera, desequilibrándole para mejor acabar con él. Así, la Bestia, figura del Anticristo según el comentarista, acaba con los dos profetas. Sus cuerpos yacen en la plaza de la ciudad «Sodoma o Egipto, como la llaman simbólicamente, allí donde el Señor fue crucificado también», es decir Jerusalén, no la santa sino la que, invadida por las fuerzas del Mal, «mata a los profetas y lapida a quienes le son enviados» (Mateo 23, 37-39 y Lucas 13, 34-35). Liberados de la palabra acusadora de los mensajeros de Dios y de sus reprimendas, la gente reunida se ríe sarcásticamente señalando con el dedo los cadáveres de ambos santos «expuestos a la mirada de los pueblos, las razas, las lenguas y las naciones durante tres días y medio, sin que esté permitido darles sepultura». Pero bajo las murallas, la tierra forma olas que anuncian la inminencia de un cataclismo.
Marie-Thérèse Gousset y Marianne Besseyre
Centro de Investigación de Manuscritos Iluminados, Bibliothèque nationale de France
Fragmento del libro de estudio Apocalipsis 1313
Juan consigna su visión (f. 31v) mientras ésta se inscribe en una composición donde la coherencia del espacio cede ante la organización cronológica del relato. La imagen se lee de arriba abajo, estando los dos episodios que agrupa vinculados por el recinto almenado de la gran ciudad, dotado de una puerta cuyo rastrillo está levantado.
Tras pasar los dos mil ciento sesenta días recorriendo aquella ciudad y dando testimonio de Cristo, Elías y Enoch son atacados por la Bestia salida del Abismo. Un león de pelaje anaranjado, cuya cola azota los árboles de los alrededores en señal de cólera, posa su poderosa pata sobre uno de los testigos, ya en el suelo, mientras muerde al otro en la cadera, desequilibrándole para mejor acabar con él. Así, la Bestia, figura del Anticristo según el comentarista, acaba con los dos profetas. Sus cuerpos yacen en la plaza de la ciudad «Sodoma o Egipto, como la llaman simbólicamente, allí donde el Señor fue crucificado también», es decir Jerusalén, no la santa sino la que, invadida por las fuerzas del Mal, «mata a los profetas y lapida a quienes le son enviados» (Mateo 23, 37-39 y Lucas 13, 34-35). Liberados de la palabra acusadora de los mensajeros de Dios y de sus reprimendas, la gente reunida se ríe sarcásticamente señalando con el dedo los cadáveres de ambos santos «expuestos a la mirada de los pueblos, las razas, las lenguas y las naciones durante tres días y medio, sin que esté permitido darles sepultura». Pero bajo las murallas, la tierra forma olas que anuncian la inminencia de un cataclismo.
Marie-Thérèse Gousset y Marianne Besseyre
Centro de Investigación de Manuscritos Iluminados, Bibliothèque nationale de France
Fragmento del libro de estudio Apocalipsis 1313