Un ángel sostiene una enorme llave dorada y una cadena que ata una de las cuatro cabezas visibles del dragón. Tras 1000 años encadenado, el dragón será liberado y rodeará Jerusalén con su ejército. Esta es la escena que aparece en la parte inferior de la miniatura, con los soldados defendiendo la ciudad del monstruo de las siete cabezas.
En el plano intermedio, una lluvia de fuego cae sobre la boca del monstruo que representa el infierno.
Cristo, en la parte superior, aparece sentado sobre dos arcoiris, mostrando sus heridas, enmarcado por la mandorla. Sostiene dos espadas, cuyas puntas tocan su boca. Cuatro figuras lo rodean a cada lado. Tradicionalmente, san Juan Bautista y la Virgen María ejercen de intercesores, pero en este caso el iluminador ha optado por representar a san Juan Evangelista en lugar de a la Virgen, elemento que no se encuentra en ningún otro lugar.