«Aquí yace uno de los hijos de Israel con una pagana en el Tabernáculo ante todo el pueblo entonces viene Josué y hiere al uno y la otra en sus naturalezas. Aquí viene Moisés y retiene a las doncellas y las protege y luego ordena a su gente que se arme y vaya contra cinco reyes. Aquí van contra ellos y los despedazan a todos».
Josué mata de un lanzazo, atravesándolos por sus partes genitales, a un judío y una pagana que se entregaban a la fornicación en el interior del Tabernáculo. Debe recordarse que esa pagana es una sarracena en las demás Biblias en un volumen, y una madianita en la Vulgata, donde Pinejás, nieto de Aarón, mata a los dos amantes, naturalmente fuera de la tienda de la Alianza. Antes incluso de haber derrotado a los cinco reyes de Madián, Moisés ordena que solo se respeten las mujeres vírgenes madianitas. Llama luego a su gente para que se arme y vaya a combatir contra los cinco reyes. Su ejército obtiene la victoria y mata a todos esos reyes. Las doncellas prisioneras que Moisés respeta están aquí mal colocadas; debieran figurar tras la movilización general de los hebreos, tras su victoria sobre los madianitas, tras la subsiguiente matanza general. Esta confusión se repitió en la Biblia latina de Viena y en las Biblias en tres volúmenes, por ejemplo en la de Toledo, f. 75v, D3-D4, donde, como en la Biblia de Nápoles, se ve primero que Moisés salva a las doncellas y ordena a sus soldados que maten a los cinco reyes. La movilización del pueblo no consta. Así se corrigió a poco coste un error de la Biblia de Nápoles.
Josué, que mata de un lanzazo a los dos amantes, es un dominico que, armado con la espada del Evangelio, mata y descuartiza a quienes se entregan a la lujuria en la Santa Iglesia. Los dos amantes tendidos sobre un jergón están vivos aún, aunque atravesados por la espada de la palabra de Dios. Tres testigos manifiestan detrás su dolor. Moisés salvando a las doncellas es Jesucristo, que protege las virtudes. Moisés pidiendo a su gente que se arme representa a Dios pidiendo a todos los buenos prelados que se armen con las vestiduras de la Santa Iglesia, con códices y velas para oponerse a los descreídos. La moralización ilustrada traduce mal esa procesión del clero engalanado con sus más hermosos ornamentos sacerdotales, con los Evangelios, espléndidamente encuadernados, en la mano, precedidos por acólitos que portan antorchas, dispuestos a llevar la buena palabra o a excomulgar a los descreídos. El ejército de Moisés que sale al encuentro de los cinco reyes y los hace pedazos significa los buenos prelados que van contra los malos prelados y los malos príncipes para matarlos con la palabra del Evangelio. Esos tres buenos prelados con dos grandes libros del Evangelio abiertos están inclinados sobre tres reyes, uno de los cuales, en primer plano, tiene una espada clavada en lo alto del muslo. La palabra del Evangelio, interpretada como espada de la palabra de Dios, es sobradamente evocada en la segunda escena de moralización, donde un clérigo vestido de rojo, cuyo hombro toca a Cristo, enarbola ante su libro una espada.
Yves Christe
Universidad de Ginebra
Marianne Besseyre
Centro de Investigación de Manuscritos Iluminados, Bibliothèque nationale de France
(Fragmento del libro de estudio Biblia moralizada de Nápoles)
«Aquí yace uno de los hijos de Israel con una pagana en el Tabernáculo ante todo el pueblo entonces viene Josué y hiere al uno y la otra en sus naturalezas. Aquí viene Moisés y retiene a las doncellas y las protege y luego ordena a su gente que se arme y vaya contra cinco reyes. Aquí van contra ellos y los despedazan a todos».
Josué mata de un lanzazo, atravesándolos por sus partes genitales, a un judío y una pagana que se entregaban a la fornicación en el interior del Tabernáculo. Debe recordarse que esa pagana es una sarracena en las demás Biblias en un volumen, y una madianita en la Vulgata, donde Pinejás, nieto de Aarón, mata a los dos amantes, naturalmente fuera de la tienda de la Alianza. Antes incluso de haber derrotado a los cinco reyes de Madián, Moisés ordena que solo se respeten las mujeres vírgenes madianitas. Llama luego a su gente para que se arme y vaya a combatir contra los cinco reyes. Su ejército obtiene la victoria y mata a todos esos reyes. Las doncellas prisioneras que Moisés respeta están aquí mal colocadas; debieran figurar tras la movilización general de los hebreos, tras su victoria sobre los madianitas, tras la subsiguiente matanza general. Esta confusión se repitió en la Biblia latina de Viena y en las Biblias en tres volúmenes, por ejemplo en la de Toledo, f. 75v, D3-D4, donde, como en la Biblia de Nápoles, se ve primero que Moisés salva a las doncellas y ordena a sus soldados que maten a los cinco reyes. La movilización del pueblo no consta. Así se corrigió a poco coste un error de la Biblia de Nápoles.
Josué, que mata de un lanzazo a los dos amantes, es un dominico que, armado con la espada del Evangelio, mata y descuartiza a quienes se entregan a la lujuria en la Santa Iglesia. Los dos amantes tendidos sobre un jergón están vivos aún, aunque atravesados por la espada de la palabra de Dios. Tres testigos manifiestan detrás su dolor. Moisés salvando a las doncellas es Jesucristo, que protege las virtudes. Moisés pidiendo a su gente que se arme representa a Dios pidiendo a todos los buenos prelados que se armen con las vestiduras de la Santa Iglesia, con códices y velas para oponerse a los descreídos. La moralización ilustrada traduce mal esa procesión del clero engalanado con sus más hermosos ornamentos sacerdotales, con los Evangelios, espléndidamente encuadernados, en la mano, precedidos por acólitos que portan antorchas, dispuestos a llevar la buena palabra o a excomulgar a los descreídos. El ejército de Moisés que sale al encuentro de los cinco reyes y los hace pedazos significa los buenos prelados que van contra los malos prelados y los malos príncipes para matarlos con la palabra del Evangelio. Esos tres buenos prelados con dos grandes libros del Evangelio abiertos están inclinados sobre tres reyes, uno de los cuales, en primer plano, tiene una espada clavada en lo alto del muslo. La palabra del Evangelio, interpretada como espada de la palabra de Dios, es sobradamente evocada en la segunda escena de moralización, donde un clérigo vestido de rojo, cuyo hombro toca a Cristo, enarbola ante su libro una espada.
Yves Christe
Universidad de Ginebra
Marianne Besseyre
Centro de Investigación de Manuscritos Iluminados, Bibliothèque nationale de France
(Fragmento del libro de estudio Biblia moralizada de Nápoles)