Ocho capítulos forman este libro: dos enamorados entrelazando requiebros, un desierto de pastores y lugares de nombres sonoros, palmeras y torres, ciervos y palomas. Poco más que esto, pero la poesía –tan leve, tan intensa– de cada frase nos hace pensar que fueron las primeras palabras de amor que se dijeron sobre la tierra.
No hay acción en el libro. Pretendí, al ilustrarlo, que los dibujos recogieran la belleza de las palabras y la reflejaran en colores, en líneas, en amantes felices –ella, morena porque el sol la miró.
Entre las traducciones que existen al castellano, sin duda la de fray Luis de León es la que mejor transmite la gracia arcaica de estos diálogos. Esta fue la elegida. Estas páginas no quieren otra cosa que cantar el amor, vistiéndolo de gala.
Javier Alcaíns