Breviario de Isabel la Católica

f. 481r, La resurrección de Lázaro


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Desde el folio 437r en adelante, la mayoría de las pinturas del Breviario de Isabel la Católica se deben a Gérard Horenbout y su taller, lo que supone un tercio de las que se encuentran en el códice. En esta, correspondiente a la víspera de difuntos, se ha representado la resurrección de Lázaro: a la izquierda, frente a la puerta amurallada de una ciudad, se encuentra un grupo de personas, encabezado por Jesús, que hace un gesto de bendición y elocutivo con su mano derecha, acompañado de María y Marta –de rodillas–, a su izquierda y de un personaje de alto rango, a la derecha, detrás del cual un hombre tapa con su mano nariz y boca para evitar el olor de la tumba; en el centro, descorrida la lápida, surge Lázaro semidesnudo –con el sudario cubriendo parte de su cuerpo–; finalmente, a la derecha, tres hombres –dos de ellos identificados como sepultureros por las palas que llevan– observan y uno de ellos comenta el milagro. El paisaje del fondo, tratado con sobriedad y sensibilidad exquisitas, muestra varios árboles y lomas que azulean en la lejanía. Pintura y texto están rodeados por una orla de acantos pintados en camafeo dorado, de los que salen diversas flores y frutos, cuyos colores están en consonancia con los de la miniatura principal, rodeando dos calaveras. La de la parte inferior central tiene encima una filacteria en la que se lee: « memento mori »; en la del lateral derecho, está escrito « respice finem ».
Durante la época paleocristiana, la resurrección de Lázaro se interpretó como una prefigura de la Resurrección de Cristo y de la de los muertos en el juicio final. Para los primeros cristianos, fue la encarnación de sus esperanzas de resurrección y de vida eterna. Ésta es la razón por la que se representa tan frecuentemente en catacumbas y en sarcófagos de los siglos III y IV.
El tipo compositivo más antiguo presenta a Cristo, a Lázaro, a una o a sus dos hermanas y a un apóstol. Los primeros ejemplos de este milagro se encuentran en cuencos de cristal paleocristianos y en los frescos de hacia el 240-250 de las capillas de la catacumba de San Calixto de Roma. Sin embargo, un modelo que contenía numerosas figuras se desarrolló en el arte sirio palestino y se preservó en el Codex Pupureus Rossanensis (Rossano, Biblioteca del Palacio Arzobispal) del tercer cuarto del siglo VI; el grupo, de judíos y de apóstoles que acompañan a Cristo a ver el milagro, puede ser más o menos numeroso. Desde el siglo VI, siempre habrá una figura que se lleve la mano a la nariz o a la boca. En el XI, se establece una nueva fórmula que aportará los elementos determinantes para la imagen del período gótico: la apertura del sarcófago y los esfuerzos del resucitado por levantarse él mismo del sepulcro tiene paralelos iconográficos con la resurrección de los muertos en la imagen del juicio final. Lázaro descansa en una tumba de piedra; en contraste con obras anteriores, la parte superior de su cuerpo, que está envuelta en un sudario, se alza levemente. En los relieves de bronce de la columna de Hildesheim, se representa a Lázaro en el momento de la resurrección, en que, desnudo, se alza del sepulcro, mira a Cristo y contesta a su llamada con el gesto de sus manos en oración. En la segunda mitad del siglo XV, los pintores flamencos reasumieron el tema. Además del sarcófago en que el hombre resucitado se sienta, llegó a ser común representar una fosa, y Lázaro se sienta tanto en la abertura como en la lápida.

f. 481r, La resurrección de Lázaro

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f. 481r, La resurrección de Lázaro

Desde el folio 437r en adelante, la mayoría de las pinturas del Breviario de Isabel la Católica se deben a Gérard Horenbout y su taller, lo que supone un tercio de las que se encuentran en el códice. En esta, correspondiente a la víspera de difuntos, se ha representado la resurrección de Lázaro: a la izquierda, frente a la puerta amurallada de una ciudad, se encuentra un grupo de personas, encabezado por Jesús, que hace un gesto de bendición y elocutivo con su mano derecha, acompañado de María y Marta –de rodillas–, a su izquierda y de un personaje de alto rango, a la derecha, detrás del cual un hombre tapa con su mano nariz y boca para evitar el olor de la tumba; en el centro, descorrida la lápida, surge Lázaro semidesnudo –con el sudario cubriendo parte de su cuerpo–; finalmente, a la derecha, tres hombres –dos de ellos identificados como sepultureros por las palas que llevan– observan y uno de ellos comenta el milagro. El paisaje del fondo, tratado con sobriedad y sensibilidad exquisitas, muestra varios árboles y lomas que azulean en la lejanía. Pintura y texto están rodeados por una orla de acantos pintados en camafeo dorado, de los que salen diversas flores y frutos, cuyos colores están en consonancia con los de la miniatura principal, rodeando dos calaveras. La de la parte inferior central tiene encima una filacteria en la que se lee: « memento mori »; en la del lateral derecho, está escrito « respice finem ».
Durante la época paleocristiana, la resurrección de Lázaro se interpretó como una prefigura de la Resurrección de Cristo y de la de los muertos en el juicio final. Para los primeros cristianos, fue la encarnación de sus esperanzas de resurrección y de vida eterna. Ésta es la razón por la que se representa tan frecuentemente en catacumbas y en sarcófagos de los siglos III y IV.
El tipo compositivo más antiguo presenta a Cristo, a Lázaro, a una o a sus dos hermanas y a un apóstol. Los primeros ejemplos de este milagro se encuentran en cuencos de cristal paleocristianos y en los frescos de hacia el 240-250 de las capillas de la catacumba de San Calixto de Roma. Sin embargo, un modelo que contenía numerosas figuras se desarrolló en el arte sirio palestino y se preservó en el Codex Pupureus Rossanensis (Rossano, Biblioteca del Palacio Arzobispal) del tercer cuarto del siglo VI; el grupo, de judíos y de apóstoles que acompañan a Cristo a ver el milagro, puede ser más o menos numeroso. Desde el siglo VI, siempre habrá una figura que se lleve la mano a la nariz o a la boca. En el XI, se establece una nueva fórmula que aportará los elementos determinantes para la imagen del período gótico: la apertura del sarcófago y los esfuerzos del resucitado por levantarse él mismo del sepulcro tiene paralelos iconográficos con la resurrección de los muertos en la imagen del juicio final. Lázaro descansa en una tumba de piedra; en contraste con obras anteriores, la parte superior de su cuerpo, que está envuelta en un sudario, se alza levemente. En los relieves de bronce de la columna de Hildesheim, se representa a Lázaro en el momento de la resurrección, en que, desnudo, se alza del sepulcro, mira a Cristo y contesta a su llamada con el gesto de sus manos en oración. En la segunda mitad del siglo XV, los pintores flamencos reasumieron el tema. Además del sarcófago en que el hombre resucitado se sienta, llegó a ser común representar una fosa, y Lázaro se sienta tanto en la abertura como en la lápida.

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