Las Grandes Horas de Ana de Bretaña

f. 7r, Calendario, abril


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La constelación de Tauro aparece como toro tumbado de perfil orientado de izquierda a derecha. Como corresponde al momento del año, el cielo presenta mayor claridad y se percibe más vegetación, pudiendo verse arbustos espinos albares llenos de flores, más allá de la muralla almenada. En primer plano se encuentra Ana de Bretaña, sentada sobre un cojín o pequeño asiento invisible, en un parterre adornado por una alfombra de hierba con algunas flores, tejiendo una guirnalda de rosas blancas y rojas, una actividad lúdica propia de jóvenes nobles: el trenzado de una corona de flores, que, según la costumbre, estaba destinada para entregarse a un joven caballero que, en este contexto, es Luis XII. A su lado, siguiendo el protocolo, una camarera se arrodilla para ofrecerle un cuenco de mimbre dorado con rosas bermejas y albas. En el lado derecho del jardín, sobre un asiento de sillares de piedra cubierto de hierba, se halla una doncella, que, a través de sutiles espalderas doradas de rombos por las que trepan rosas, las toma y deposita en una cesta.

Desde el primer cuarto del siglo XIV, es frecuente la representación de la tarea de abril con un sentido aristocrático o alto burgués a través de la actividad de tejer una corona de flores, cuya fuente más antigua se encontraría en la representación de Flora, incorporada al lenguaje narrativo gótico: tanto en las pinturas de salterios o libros de horas, de los tacuina o los frescos de Trento, la incorporación, además de las labores agropecuarias, de pasatiempos propios de la nobleza o de la alta burguesía constituye una de las características de los ciclos de calendarios toscanos y franceses. En el mes de abril, la ocupación no es la agropecuaria, sino el placer de aprovechar los sentidos; por lo general, en un jardín donde se encuentran los amantes para cortar flores, hacer guirnaldas u ofrecerlas. El sentimiento amoroso parece seguir al resurgimiento de la naturaleza, siendo abril el marco por excelencia del jardín de recreo. El fragmento de jardín aquí representado, concebido como hortus conclusus, es un espacio privado, de intimidad y retiro, destinado al señor, cuya iconografía gira en torno a dos aspectos principales: la exaltación de una naturaleza matemáticamente domesticada –imagen de un universo ordenado– y la celebración del soberano. En este sentido, debido a que la pintura realizada por Jean Bourdichon es uno de los primeros retratos conservados de un personaje en un jardín, éste constituye parte integrante del mensaje que pretende transmitir la representación humana. Debe tenerse en cuenta, ante todo, que para representar la escena correspondiente a abril se ha elegido a Ana de Bretaña realizando una distracción noble, dentro del hortus conclusus, que cuenta con precedentes en su utilización regia, representando, dentro de su condición de soberana, sus excelentes cualidades morales, como señalan los textos laudatorios, redactados tanto en vida como tras su muerte, referidos a ella: una reina de Francia debía ser espejo de buenas costumbres. Así, como modelo de mujer honesta, alejada de toda frivolidad, realiza una distracción cortesana, perteneciente al tipo de otium cum dignitatem, referida a su elevada condición y a su entrega como esposa amante.

En esta pintura, como se ha señalado, el aspecto del rostro de la reina difiere con el que muestra en el folio 3r, adquiriendo un aspecto más convencional, correspondiente a arquetipos estéticos precisos de belleza femenina del momento, constitutivos de un aspecto juvenil correspondiente sólo a las mujeres que la gracia divina ha elegido, ya sean santas o mujeres excepcionales. De hecho, no hay ningún testimonio de la verdadera figura de Ana de Bretaña: las historias regias del siglo XVI nunca evocan el físico de la reina, sólo interesan sus virtudes, tan numerosas como las que se le atribuían en vida. En definitiva, Ana de Bretaña manipula una imagen tradicional, convirtiéndola en nuevo símbolo de poder para reforzar su papel de reina.

f. 7r, Calendario, abril

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f. 7r, Calendario, abril

La constelación de Tauro aparece como toro tumbado de perfil orientado de izquierda a derecha. Como corresponde al momento del año, el cielo presenta mayor claridad y se percibe más vegetación, pudiendo verse arbustos espinos albares llenos de flores, más allá de la muralla almenada. En primer plano se encuentra Ana de Bretaña, sentada sobre un cojín o pequeño asiento invisible, en un parterre adornado por una alfombra de hierba con algunas flores, tejiendo una guirnalda de rosas blancas y rojas, una actividad lúdica propia de jóvenes nobles: el trenzado de una corona de flores, que, según la costumbre, estaba destinada para entregarse a un joven caballero que, en este contexto, es Luis XII. A su lado, siguiendo el protocolo, una camarera se arrodilla para ofrecerle un cuenco de mimbre dorado con rosas bermejas y albas. En el lado derecho del jardín, sobre un asiento de sillares de piedra cubierto de hierba, se halla una doncella, que, a través de sutiles espalderas doradas de rombos por las que trepan rosas, las toma y deposita en una cesta.

Desde el primer cuarto del siglo XIV, es frecuente la representación de la tarea de abril con un sentido aristocrático o alto burgués a través de la actividad de tejer una corona de flores, cuya fuente más antigua se encontraría en la representación de Flora, incorporada al lenguaje narrativo gótico: tanto en las pinturas de salterios o libros de horas, de los tacuina o los frescos de Trento, la incorporación, además de las labores agropecuarias, de pasatiempos propios de la nobleza o de la alta burguesía constituye una de las características de los ciclos de calendarios toscanos y franceses. En el mes de abril, la ocupación no es la agropecuaria, sino el placer de aprovechar los sentidos; por lo general, en un jardín donde se encuentran los amantes para cortar flores, hacer guirnaldas u ofrecerlas. El sentimiento amoroso parece seguir al resurgimiento de la naturaleza, siendo abril el marco por excelencia del jardín de recreo. El fragmento de jardín aquí representado, concebido como hortus conclusus, es un espacio privado, de intimidad y retiro, destinado al señor, cuya iconografía gira en torno a dos aspectos principales: la exaltación de una naturaleza matemáticamente domesticada –imagen de un universo ordenado– y la celebración del soberano. En este sentido, debido a que la pintura realizada por Jean Bourdichon es uno de los primeros retratos conservados de un personaje en un jardín, éste constituye parte integrante del mensaje que pretende transmitir la representación humana. Debe tenerse en cuenta, ante todo, que para representar la escena correspondiente a abril se ha elegido a Ana de Bretaña realizando una distracción noble, dentro del hortus conclusus, que cuenta con precedentes en su utilización regia, representando, dentro de su condición de soberana, sus excelentes cualidades morales, como señalan los textos laudatorios, redactados tanto en vida como tras su muerte, referidos a ella: una reina de Francia debía ser espejo de buenas costumbres. Así, como modelo de mujer honesta, alejada de toda frivolidad, realiza una distracción cortesana, perteneciente al tipo de otium cum dignitatem, referida a su elevada condición y a su entrega como esposa amante.

En esta pintura, como se ha señalado, el aspecto del rostro de la reina difiere con el que muestra en el folio 3r, adquiriendo un aspecto más convencional, correspondiente a arquetipos estéticos precisos de belleza femenina del momento, constitutivos de un aspecto juvenil correspondiente sólo a las mujeres que la gracia divina ha elegido, ya sean santas o mujeres excepcionales. De hecho, no hay ningún testimonio de la verdadera figura de Ana de Bretaña: las historias regias del siglo XVI nunca evocan el físico de la reina, sólo interesan sus virtudes, tan numerosas como las que se le atribuían en vida. En definitiva, Ana de Bretaña manipula una imagen tradicional, convirtiéndola en nuevo símbolo de poder para reforzar su papel de reina.

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