Las Grandes Horas de Ana de Bretaña nos descubren al patrón de los cazadores en un momento en el que una visión lo “cura” de su pasión profana y le hace decidir entregarse en cuerpo y alma al servicio de Dios. Huberto dedicaba todo su tiempo a fiestas y deportes y había abandonado los deberes religiosos. Un Viernes Santo salió de cacería, pero de repente, el venado que perseguía se detuvo y entre sus astas apareció una Cruz luminosa que sobrecogió al futuro santo. Un ángel desciende del cielo para entregarle una estola, ornamento sacerdotal que simboliza su nueva vocación.
En la escena que ha pintado Jean Bourdichon, el futuro obispo de Lieja viste un elegante traje de caza perteneciente a la época de Luis XII. Bourdichon ha representado con gran acierto los perros que participaban en las cacerías; al fondo, su compañero, a caballo, como testigo del milagro, observa la escena.
Las Grandes Horas de Ana de Bretaña nos descubren al patrón de los cazadores en un momento en el que una visión lo “cura” de su pasión profana y le hace decidir entregarse en cuerpo y alma al servicio de Dios. Huberto dedicaba todo su tiempo a fiestas y deportes y había abandonado los deberes religiosos. Un Viernes Santo salió de cacería, pero de repente, el venado que perseguía se detuvo y entre sus astas apareció una Cruz luminosa que sobrecogió al futuro santo. Un ángel desciende del cielo para entregarle una estola, ornamento sacerdotal que simboliza su nueva vocación.
En la escena que ha pintado Jean Bourdichon, el futuro obispo de Lieja viste un elegante traje de caza perteneciente a la época de Luis XII. Bourdichon ha representado con gran acierto los perros que participaban en las cacerías; al fondo, su compañero, a caballo, como testigo del milagro, observa la escena.