San Juan es exiliado a la isla de Patmos por el emperador Domiciano. Como es habitual en su iconografía, aparece joven, imberbe y con cabellos largos, símbolo de juventud y virginidad, en postura genuflexa y con un libro sobre sus rodillas, en el que redacta el Apocalipsis. En la orilla de la isla, se encuentra el águila con las alas desplegadas (el animal que se asocia a san Juan) y delante, un diablo con aspecto de anfibio y larga cola de reptil que roba el tintero al apóstol, con el objetivo, según la leyenda, de impedirle escribir el Apocalipsis. El diablo, con la boca abierta (simbolizando su condición moral inferior), lleva una vara acabada en dos ganchos, instrumento que fue utilizado a lo largo de la Edad Media para apresar las almas de los hombres.
Otra referencia al Apocalipsis son los tres jinetes que aparecen en la orilla opuesta a Patmos. Esta representación de san Juan en la isla y los jinetes es, compositivamente, similar a la tabla derecha del tríptico de El matrimonio místico de santa Catalina de Hans Memling (1440-1494), pintado hacia 1477. La imagen tuvo una gran difusión, sobre todo en los Apocalipsis anglonormandos, desde los que pasaría seguramente a los libros de horas.
Detrás de san Juan hay varios árboles: uno seco y dos frondosos. El simbolismo del árbol es muy interesante, ya que tiene la capacidad de representar ideas contrapuestas: florido es la imagen de la vida, seco es la imagen de la muerte; cargado de hojas y frutos puede hacer referencia a las virtudes del hombre bueno, mientras que desnudo puede referirse a los vicios del malvado. Por tanto, el árbol frondoso simbolizaría el bien y el seco, el mal.