La orla de ambos folios pertenece al grupo de orla geométrica, cuyo patrón de decoración consiste en compartimentos que pueden tomar diferentes formas geométricas –en este caso, rombos en el folio 223v. y elipses y círculos en el 224r.–. Los compartimentos se realizan de diferentes formas, ya sea con simples líneas o pequeños marcos ornamentales o una imitación de orfebrería de oro, como ocurre en el Libro de horas de Juana I de Castilla, donde la retícula dorada y labrada se ha llenado en su mitad de perlas con, en las intersecciones, rosetas esmaltadas. Las orlas geométricas con joyas, excepción hecha de cuando se trate de camafeos –cuyas imágenes funcionarían como iconografía marginal de la pintura principal–, tienen una función meramente decorativa. Este tipo de orla se debe al Maestro de Viena de María de Borgoña, identificado, como ya se ha visto, con Joos van Wassenhove, cuyos tipos de orla fueron conocidos por el Maestro de Berlín de María de Borgoña, identificado con Sanders Bening.
La pintura sigue la iconografía tradicional de la lucha de san Jorge contra el dragón: el santo, vestido con armadura y protegido con un escudo en donde destaca la cruz, se arroja sobre su caballo blanco pertrechado con gualdrapas, lanza en ristre contra el dragón de boca abierta amenazadora, con aspecto de grueso reptil con patas cuyos miembros quedan unidos por membranas. En segundo plano, un cordero acostado en la hierba y la princesa de rodillas con las manos juntas y los cabellos largos y sueltos, denotando su virginidad; quizá por error, se le ha añadido un nimbo dorado a su cabeza. Al fondo, un bosque y una ciudad amurallada, a cuyas torres y almenas se asoma una muchedumbre para observar la lucha. La composición es similar a la tabla de San Jorge de Rogier van der Weyden (Washington, National Gallery of Art, Ailsa Mellon Bruce Fund 1966.i.i). Uno de los primeros modelos que ilustran este aspecto de la vida del santo se encuentra en una pintura del Libro de horas del Mariscal de Boucicaut (París, Musée Jacquemart-André, ms. 2), que muestra al santo con armadura, montando un corcel encabritado y abatiendo al dragón en un paisaje rocoso, en el que se ven, por una parte, a la princesa rezando y, por otra, a los padres de ésta en lo alto de la muralla de la ciudad. Por su parte, la pintura del Libro de horas de Juana I de Castilla es idéntica a la que se encuentra en las Horas de los Rothschild (f. 220v.).
San Jorge suele aparecer representado como un joven con armadura de caballero, ya sea a pie o a caballo. Además del dragón contra el que lucha, tiene como atributos una lanza, a veces una espada desenvainada, un escudo con una cruz estampada y una bandera blanca con una cruz roja –en términos heráldicos, una cruz de gules sobre campo de plata– que le habría sido entregada por un ángel. El caballo blanco que monta es quizá un recuerdo de antiguas tradiciones, puesto que, entre los mazdeístas, el blanco era el color de los caballos sagrados. San Jorge combatiendo contra el dragón no se menciona en los Hechos de san Jorge. El tema se introdujo en la leyenda en el siglo XI. Es una alegoría tomada literalmente, y popularizada por la Leyenda dorada, que se convirtió en un símbolo habitual de los apóstoles contra la idolatría. La joven princesa liberada personifica a la Iglesia de Capadocia que habría sido evangelizada y rescatada del error (el dragón) por san Jorge. La escena ocurre bajo los muros de una ciudad desde donde los espectadores siguen el curso del combate, al tiempo que la hija del rey reza, con las manos elevadas o unidas, por la victoria de su defensor. Con frecuencia, a su lado hay un cordero que había sido echado como alimento al dragón.
Se considera que san Jorge era oriundo de Capadocia debido a una confusión con otro Jorge, obispo arriano de Alejandría. Su leyenda fue rechazada por el concilio en el siglo v como apócrifa. De acuerdo con ella, un terrible dragón había destrozado todo el campo alrededor de la ciudad de Libia, llamada Selena, haciendo su guarida en una ciénaga pantanosa. Su aliento causaba pestilencia cada vez que se aproximaba a la ciudad, por lo que la gente le daba al monstruo dos ovejas cada día para satisfacer su hambre, pero, cuando la oveja fallaba, era necesaria una víctima humana y se hacían sorteos para determinar la víctima. En una ocasión el sorteo recayó sobre la pequeña hija del rey. El rey ofreció toda su fortuna para comprar un sustituto, pero el pueblo se había prometido que no serían permitidos sustitutos, y por lo tanto la doncella, vestida como una novia, fue llevada al pantano. Ocurrió que san Jorge, oficial de la legión romana, cabalgaba por el lugar, y preguntó a la doncella qué hacía, pero ella le urgió a dejarla a menos que él también quisiera morir. El caballero, sin embargo, se quedó y, cuando apareció el dragón, san Jorge, haciendo la señal de la cruz, lo atacó y lo atravesó con su lanza. Entonces pidiéndole a la doncella el cordel que llevaba en la cintura (un incidente en la historia que podría tener algo que ver con la elección de San Jorge como patrono de la Orden de la Liga), lo ató alrededor del cuello al monstruo y, acto seguido, la princesa pudo conducirlo como un cordero. Regresaron entonces a la ciudad, donde san Jorge ordenó a los habitantes que no tuviera miedo y que fueran todos bautizados, tras lo cual cortó la cabeza del dragón, y toda la gente del pueblo fue convertida. El rey le habría dado a Jorge la mitad de su reino, pero el santo le respondió que debía seguir cabalgando y le pidió al rey que, mientras tanto, tuviera buen cuidado de las iglesias, honrara a los clérigos y tuviera compasión de los pobres. Probablemente la primera referencia de tal episodio en el arte puede ser encontrada en una vieja lápida romana en Conisborough (Yorkshire), que se considera de la primera mitad del siglo xii. Aquí la princesa es representada ya en las garras del dragón, mientras un abad se halla parado al lado y bendice a quien va al rescate. Como puede comprobarse, la leyenda es una cristianización del mito de Perseo y Andrómeda, y el Perseo de los griegos es una variante del dios egipcio Horus a quien se representa a caballo y atravesando con su lanza al cocodrilo, símbolo de Set. Los cristianos de Siria hicieron de la lucha contra el dragón el símbolo de la conversión de Capadocia. Más tarde, la princesa salvada del dragón se interpretó como símbolo de la Iglesia cristiana arrancada a sus perseguidores por el emperador Constantino. El santo habría sido martirizado en 303.
En la oración del Libro de horas de Juana I de Castilla (f. 224r.), se le pide auxilio contra las huestes enemigas visibles e invisibles.
La orla de ambos folios pertenece al grupo de orla geométrica, cuyo patrón de decoración consiste en compartimentos que pueden tomar diferentes formas geométricas –en este caso, rombos en el folio 223v. y elipses y círculos en el 224r.–. Los compartimentos se realizan de diferentes formas, ya sea con simples líneas o pequeños marcos ornamentales o una imitación de orfebrería de oro, como ocurre en el Libro de horas de Juana I de Castilla, donde la retícula dorada y labrada se ha llenado en su mitad de perlas con, en las intersecciones, rosetas esmaltadas. Las orlas geométricas con joyas, excepción hecha de cuando se trate de camafeos –cuyas imágenes funcionarían como iconografía marginal de la pintura principal–, tienen una función meramente decorativa. Este tipo de orla se debe al Maestro de Viena de María de Borgoña, identificado, como ya se ha visto, con Joos van Wassenhove, cuyos tipos de orla fueron conocidos por el Maestro de Berlín de María de Borgoña, identificado con Sanders Bening.
La pintura sigue la iconografía tradicional de la lucha de san Jorge contra el dragón: el santo, vestido con armadura y protegido con un escudo en donde destaca la cruz, se arroja sobre su caballo blanco pertrechado con gualdrapas, lanza en ristre contra el dragón de boca abierta amenazadora, con aspecto de grueso reptil con patas cuyos miembros quedan unidos por membranas. En segundo plano, un cordero acostado en la hierba y la princesa de rodillas con las manos juntas y los cabellos largos y sueltos, denotando su virginidad; quizá por error, se le ha añadido un nimbo dorado a su cabeza. Al fondo, un bosque y una ciudad amurallada, a cuyas torres y almenas se asoma una muchedumbre para observar la lucha. La composición es similar a la tabla de San Jorge de Rogier van der Weyden (Washington, National Gallery of Art, Ailsa Mellon Bruce Fund 1966.i.i). Uno de los primeros modelos que ilustran este aspecto de la vida del santo se encuentra en una pintura del Libro de horas del Mariscal de Boucicaut (París, Musée Jacquemart-André, ms. 2), que muestra al santo con armadura, montando un corcel encabritado y abatiendo al dragón en un paisaje rocoso, en el que se ven, por una parte, a la princesa rezando y, por otra, a los padres de ésta en lo alto de la muralla de la ciudad. Por su parte, la pintura del Libro de horas de Juana I de Castilla es idéntica a la que se encuentra en las Horas de los Rothschild (f. 220v.).
San Jorge suele aparecer representado como un joven con armadura de caballero, ya sea a pie o a caballo. Además del dragón contra el que lucha, tiene como atributos una lanza, a veces una espada desenvainada, un escudo con una cruz estampada y una bandera blanca con una cruz roja –en términos heráldicos, una cruz de gules sobre campo de plata– que le habría sido entregada por un ángel. El caballo blanco que monta es quizá un recuerdo de antiguas tradiciones, puesto que, entre los mazdeístas, el blanco era el color de los caballos sagrados. San Jorge combatiendo contra el dragón no se menciona en los Hechos de san Jorge. El tema se introdujo en la leyenda en el siglo XI. Es una alegoría tomada literalmente, y popularizada por la Leyenda dorada, que se convirtió en un símbolo habitual de los apóstoles contra la idolatría. La joven princesa liberada personifica a la Iglesia de Capadocia que habría sido evangelizada y rescatada del error (el dragón) por san Jorge. La escena ocurre bajo los muros de una ciudad desde donde los espectadores siguen el curso del combate, al tiempo que la hija del rey reza, con las manos elevadas o unidas, por la victoria de su defensor. Con frecuencia, a su lado hay un cordero que había sido echado como alimento al dragón.
Se considera que san Jorge era oriundo de Capadocia debido a una confusión con otro Jorge, obispo arriano de Alejandría. Su leyenda fue rechazada por el concilio en el siglo v como apócrifa. De acuerdo con ella, un terrible dragón había destrozado todo el campo alrededor de la ciudad de Libia, llamada Selena, haciendo su guarida en una ciénaga pantanosa. Su aliento causaba pestilencia cada vez que se aproximaba a la ciudad, por lo que la gente le daba al monstruo dos ovejas cada día para satisfacer su hambre, pero, cuando la oveja fallaba, era necesaria una víctima humana y se hacían sorteos para determinar la víctima. En una ocasión el sorteo recayó sobre la pequeña hija del rey. El rey ofreció toda su fortuna para comprar un sustituto, pero el pueblo se había prometido que no serían permitidos sustitutos, y por lo tanto la doncella, vestida como una novia, fue llevada al pantano. Ocurrió que san Jorge, oficial de la legión romana, cabalgaba por el lugar, y preguntó a la doncella qué hacía, pero ella le urgió a dejarla a menos que él también quisiera morir. El caballero, sin embargo, se quedó y, cuando apareció el dragón, san Jorge, haciendo la señal de la cruz, lo atacó y lo atravesó con su lanza. Entonces pidiéndole a la doncella el cordel que llevaba en la cintura (un incidente en la historia que podría tener algo que ver con la elección de San Jorge como patrono de la Orden de la Liga), lo ató alrededor del cuello al monstruo y, acto seguido, la princesa pudo conducirlo como un cordero. Regresaron entonces a la ciudad, donde san Jorge ordenó a los habitantes que no tuviera miedo y que fueran todos bautizados, tras lo cual cortó la cabeza del dragón, y toda la gente del pueblo fue convertida. El rey le habría dado a Jorge la mitad de su reino, pero el santo le respondió que debía seguir cabalgando y le pidió al rey que, mientras tanto, tuviera buen cuidado de las iglesias, honrara a los clérigos y tuviera compasión de los pobres. Probablemente la primera referencia de tal episodio en el arte puede ser encontrada en una vieja lápida romana en Conisborough (Yorkshire), que se considera de la primera mitad del siglo xii. Aquí la princesa es representada ya en las garras del dragón, mientras un abad se halla parado al lado y bendice a quien va al rescate. Como puede comprobarse, la leyenda es una cristianización del mito de Perseo y Andrómeda, y el Perseo de los griegos es una variante del dios egipcio Horus a quien se representa a caballo y atravesando con su lanza al cocodrilo, símbolo de Set. Los cristianos de Siria hicieron de la lucha contra el dragón el símbolo de la conversión de Capadocia. Más tarde, la princesa salvada del dragón se interpretó como símbolo de la Iglesia cristiana arrancada a sus perseguidores por el emperador Constantino. El santo habría sido martirizado en 303.
En la oración del Libro de horas de Juana I de Castilla (f. 224r.), se le pide auxilio contra las huestes enemigas visibles e invisibles.