La pintura está enmarcada por una orla geométrica compuesta por un enrejado de rombos, con ligeras sombras para destacar los listones metálicos, consiguiendo un efecto de trampantojo, de los que cuelgan veneras. En el contexto de esta miniatura, el marco no se limita a un aspecto decorativo, sino que enriquece la imagen de Santiago el Mayor. El apóstol aparece representado contra un paisaje boscoso y bloques de rocas, al fondo del cual se vislumbra una ciudad vista en perspectiva aérea. Se le ha mostrado en actitud de leer un libro, siguiendo la iconografía de origen clásico del autor leyendo su obra. Debe tenerse en cuenta que este tipo de retrato es pertinente para la figura de Santiago, dado que es el autor de una de las epístolas neotestamentarias y que el arte paleocristiano añadió retratos al comienzo de varios libros de la Biblia, donde el autor aparecía tanto con un rollo cerrado o abierto y leyéndolo. El trasvase realizado al formato de códice implicó, entre otros aspectos, que la figura pudiera estar rodeada por un marco decorativo. Asimismo, la representación de Santiago hasta la cintura indica un influjo, no sólo procedente del mundo antiguo, sino de las convenciones compositivas de los iconos que dotaban a la obra de una mayor proximidad hacia el espectador, cumpliendo el cometido de imagen de devoción. Dentro de la galería de retratos en la sección dedicada al sufragio de los santos, debe destacarse la individualidad de rostros y expresiones, como la serenidad del apóstol Santiago. Su aspecto sigue el modelo iconográfico tradicional desde el siglo XII, de peregrino: tocado con una pequeña venera y un bastón, que el amplio manto prácticamente oculta. Es notable, a lo largo del manuscrito, el empleo de determinados pigmentos, como el lapislázuli, traído de Badakshan, en el actual Afganistán, para obtener el azul ultramar, como puede verse en la túnica de Santiago. El texto de la antífona hace referencia a la veneración de Santiago en los reinos hispánicos: «Luz y esplendor de España, santísimo Santiago, que, entre los apóstoles […]». La primera referencia de la predicación de Santiago en Hispania puede rastrearse, aunque de forma vaga en san Jerónimo. A partir de dicha alusión, comienza la tradición de la predicación de Santiago en la Península Ibérica, como puede verse en el Breviarium apostolorum ex nomine vel locis ubi predicaverunt, obra apócrifa que penetró en territorio hispano hacia el siglo vi en una versión latina de la obra original griega basada en documentos también apócrifos, constituyendo, pues, la primera referencia explícita a la predicación de Santiago en Hispania. Por su parte, los Comentarios al Apocalipsis de Beato constituyen el primer texto conocido de gran difusión en que se relaciona a Santiago con la Península Ibérica, que se continuará en el himno O Dei Verbum, compuesto con motivo de la dedicación de una iglesia, a la que seguiría, pocas décadas después, la invención del sepulcro del apóstol en Galicia.
La pintura está enmarcada por una orla geométrica compuesta por un enrejado de rombos, con ligeras sombras para destacar los listones metálicos, consiguiendo un efecto de trampantojo, de los que cuelgan veneras. En el contexto de esta miniatura, el marco no se limita a un aspecto decorativo, sino que enriquece la imagen de Santiago el Mayor. El apóstol aparece representado contra un paisaje boscoso y bloques de rocas, al fondo del cual se vislumbra una ciudad vista en perspectiva aérea. Se le ha mostrado en actitud de leer un libro, siguiendo la iconografía de origen clásico del autor leyendo su obra. Debe tenerse en cuenta que este tipo de retrato es pertinente para la figura de Santiago, dado que es el autor de una de las epístolas neotestamentarias y que el arte paleocristiano añadió retratos al comienzo de varios libros de la Biblia, donde el autor aparecía tanto con un rollo cerrado o abierto y leyéndolo. El trasvase realizado al formato de códice implicó, entre otros aspectos, que la figura pudiera estar rodeada por un marco decorativo. Asimismo, la representación de Santiago hasta la cintura indica un influjo, no sólo procedente del mundo antiguo, sino de las convenciones compositivas de los iconos que dotaban a la obra de una mayor proximidad hacia el espectador, cumpliendo el cometido de imagen de devoción. Dentro de la galería de retratos en la sección dedicada al sufragio de los santos, debe destacarse la individualidad de rostros y expresiones, como la serenidad del apóstol Santiago. Su aspecto sigue el modelo iconográfico tradicional desde el siglo XII, de peregrino: tocado con una pequeña venera y un bastón, que el amplio manto prácticamente oculta. Es notable, a lo largo del manuscrito, el empleo de determinados pigmentos, como el lapislázuli, traído de Badakshan, en el actual Afganistán, para obtener el azul ultramar, como puede verse en la túnica de Santiago. El texto de la antífona hace referencia a la veneración de Santiago en los reinos hispánicos: «Luz y esplendor de España, santísimo Santiago, que, entre los apóstoles […]». La primera referencia de la predicación de Santiago en Hispania puede rastrearse, aunque de forma vaga en san Jerónimo. A partir de dicha alusión, comienza la tradición de la predicación de Santiago en la Península Ibérica, como puede verse en el Breviarium apostolorum ex nomine vel locis ubi predicaverunt, obra apócrifa que penetró en territorio hispano hacia el siglo vi en una versión latina de la obra original griega basada en documentos también apócrifos, constituyendo, pues, la primera referencia explícita a la predicación de Santiago en Hispania. Por su parte, los Comentarios al Apocalipsis de Beato constituyen el primer texto conocido de gran difusión en que se relaciona a Santiago con la Península Ibérica, que se continuará en el himno O Dei Verbum, compuesto con motivo de la dedicación de una iglesia, a la que seguiría, pocas décadas después, la invención del sepulcro del apóstol en Galicia.