Libro de Horas de Luis de Orleans

f. 33v, Nona: la Presentación en el Templo


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A partir de esta miniatura, todas las que ocupan el folio entero, salvo la del 36r., con el fin de marcar los distintos oficios u horas canónicas carecerán de cenefa, solo tendrán –con alguna excepción– el marco dividido en dos registros. Éste, de oro y de aspecto muy clasicista, está formado por dos columnas doradas de orden corintio, con cabezas de carneros, en lugar de volutas; el fuste realizado con labor de camafeo, trata de representar un trabajo de orfebre a través de lo que sería una serie de relieves que ascienden helicoidalmente; encima de los capiteles, las estatuas de dos guerreros con armaduras, como ya las había utilizado en Las muy ricas horas del duque de Berry (ff. 95r., 100v.) y que continuarán viéndose a lo largo de este manuscrito. Un arco de medio punto descansa sobre las columnas. La ilustración presenta el interior del Templo de Jerusalén concebido como un edificio donde se mezclan elementos góticos y clasicistas –fundamentalmente, en la decoración; así, la columna más cercana al espectador presenta el fuste con una cinta que asciende helicoidalmente y que forma campos donde grabar relieves –puramente decorativos: un anciano, un gallo y elementos vegetales–; la segunda columna con capitel corintio, presenta una sucesión de relieves, también ornamentales, que ascienden helicoidalmente; la última, de orden corintio, recibe los múltiples nervios de una bóveda gótica de finales del siglo xv. Al fondo, se ve el altar de oro, redondo, cobijado por un ciborio circular para evocar la solemnidad del acto, muy similar a los que aparecen en el Romuléon (París, Bibliothèque nationale de France, ms. fr. 364, ff. 150r., 294r., 302v.); detrás del ara, hay un arco de medio punto sostenido por pilastras corintias que se abre a un nicho con una venera. Por lo general, estos nichos que aparecen en el libro de horas no consiguen un efecto de profundidad. El zócalo de los muros está lleno de relieves –como suele ser habitual en Jean Colombe–, y, arriba, hay vanos geminados formados por arcos de medio punto cerrados con vidrieras transparentes. La perspectiva hace de esta arquitectura un lugar angosto. Dentro, se ve a la Virgen con el Niño fajado en sus brazos. A partir de ahora, el tipo de Santa María cambia por otro de cabeza menor y rasgos más aniñados. La acompañan tres mujeres con velas encendidas, atributos alusivos a la purificación de la Madre de Cristo, que comenzaron a aparecer ocasionalmente entre el siglo xii y xiii –como en una vidriera de la catedral de Chartres, donde la Virgen está acompañada por tres doncellas, dos de las cuales llevan cirios encendidos– y que, desde el xiv en adelante formó parte de la escena de la Presentación, especialmente en el área germana. Simeón, con mitra aunque no era sumo sacerdote, toma a san José con su mano izquierda. Detrás del grupo, dos personajes los observan. El registro inferior muestra a las tres mujeres, a la Virgen con el Niño y a san José con una cesta con dos tórtolas camino del Templo; todos ellos están representados de busto, –como en la Adoración de los pastores–, con lo que la pintura se encuentra dentro de las concepciones pictóricas modernas, pero tanto temática como formalmente queda relegada a un lugar secundario. Debe destacarse que Jean Colombe ha cortado las figuras, representando solo sus torsos de acuerdo con las corrientes pictóricas del siglo xv que pretenden mostrar una escena más que anecdótica, devocional, centrándose en el contenido esencial.
En el taller de Jean Colombe, se ha representado de una forma totalmente inusual la Presentación del Niño en el Templo: aunque Santa María y el Jesús ocupan prácticamente el centro de la composición, justo debajo del altar con los nichos con veneras, Simeón no parece mostrar demasiado interés por la llegada de Cristo y se centra en recibir a san José, lo que no es habitual en esta iconografía, donde la Virgen hace entrega de su hijo al sacerdote. El hecho de mostrar al Niño fajado puede ser una alusión a la mortalidad de Cristo en su sacrificio posterior. Los dos pichones en la cesta hacen referencia a Levítico 12, 8: quod si non invenerit manus eius nec potuerit offerre agnum sumet duos turtures vel duos pullos columbae unum in holocaustum et alterum pro peccato orabitque pro ea sacerdos et sic mundabitur.

f. 33v, Nona: la Presentación en el Templo

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f. 33v, Nona: la Presentación en el Templo

A partir de esta miniatura, todas las que ocupan el folio entero, salvo la del 36r., con el fin de marcar los distintos oficios u horas canónicas carecerán de cenefa, solo tendrán –con alguna excepción– el marco dividido en dos registros. Éste, de oro y de aspecto muy clasicista, está formado por dos columnas doradas de orden corintio, con cabezas de carneros, en lugar de volutas; el fuste realizado con labor de camafeo, trata de representar un trabajo de orfebre a través de lo que sería una serie de relieves que ascienden helicoidalmente; encima de los capiteles, las estatuas de dos guerreros con armaduras, como ya las había utilizado en Las muy ricas horas del duque de Berry (ff. 95r., 100v.) y que continuarán viéndose a lo largo de este manuscrito. Un arco de medio punto descansa sobre las columnas. La ilustración presenta el interior del Templo de Jerusalén concebido como un edificio donde se mezclan elementos góticos y clasicistas –fundamentalmente, en la decoración; así, la columna más cercana al espectador presenta el fuste con una cinta que asciende helicoidalmente y que forma campos donde grabar relieves –puramente decorativos: un anciano, un gallo y elementos vegetales–; la segunda columna con capitel corintio, presenta una sucesión de relieves, también ornamentales, que ascienden helicoidalmente; la última, de orden corintio, recibe los múltiples nervios de una bóveda gótica de finales del siglo xv. Al fondo, se ve el altar de oro, redondo, cobijado por un ciborio circular para evocar la solemnidad del acto, muy similar a los que aparecen en el Romuléon (París, Bibliothèque nationale de France, ms. fr. 364, ff. 150r., 294r., 302v.); detrás del ara, hay un arco de medio punto sostenido por pilastras corintias que se abre a un nicho con una venera. Por lo general, estos nichos que aparecen en el libro de horas no consiguen un efecto de profundidad. El zócalo de los muros está lleno de relieves –como suele ser habitual en Jean Colombe–, y, arriba, hay vanos geminados formados por arcos de medio punto cerrados con vidrieras transparentes. La perspectiva hace de esta arquitectura un lugar angosto. Dentro, se ve a la Virgen con el Niño fajado en sus brazos. A partir de ahora, el tipo de Santa María cambia por otro de cabeza menor y rasgos más aniñados. La acompañan tres mujeres con velas encendidas, atributos alusivos a la purificación de la Madre de Cristo, que comenzaron a aparecer ocasionalmente entre el siglo xii y xiii –como en una vidriera de la catedral de Chartres, donde la Virgen está acompañada por tres doncellas, dos de las cuales llevan cirios encendidos– y que, desde el xiv en adelante formó parte de la escena de la Presentación, especialmente en el área germana. Simeón, con mitra aunque no era sumo sacerdote, toma a san José con su mano izquierda. Detrás del grupo, dos personajes los observan. El registro inferior muestra a las tres mujeres, a la Virgen con el Niño y a san José con una cesta con dos tórtolas camino del Templo; todos ellos están representados de busto, –como en la Adoración de los pastores–, con lo que la pintura se encuentra dentro de las concepciones pictóricas modernas, pero tanto temática como formalmente queda relegada a un lugar secundario. Debe destacarse que Jean Colombe ha cortado las figuras, representando solo sus torsos de acuerdo con las corrientes pictóricas del siglo xv que pretenden mostrar una escena más que anecdótica, devocional, centrándose en el contenido esencial.
En el taller de Jean Colombe, se ha representado de una forma totalmente inusual la Presentación del Niño en el Templo: aunque Santa María y el Jesús ocupan prácticamente el centro de la composición, justo debajo del altar con los nichos con veneras, Simeón no parece mostrar demasiado interés por la llegada de Cristo y se centra en recibir a san José, lo que no es habitual en esta iconografía, donde la Virgen hace entrega de su hijo al sacerdote. El hecho de mostrar al Niño fajado puede ser una alusión a la mortalidad de Cristo en su sacrificio posterior. Los dos pichones en la cesta hacen referencia a Levítico 12, 8: quod si non invenerit manus eius nec potuerit offerre agnum sumet duos turtures vel duos pullos columbae unum in holocaustum et alterum pro peccato orabitque pro ea sacerdos et sic mundabitur.

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