«El eléboro negro se llama también melampodio, pues se dice que el cabrero Melampo fue el primero en utilizarlo y que con él purificó a las hijas de Preto, sanándolas así de su locura. Produce unas hojas verdes parecidas a las del plátano, aunque más pequeñas, casi como las del espondilio, algo ásperas, más oscuras y con los bordes mucho más hendidos. El tallo es áspero; las flores, blancas con tonalidades violáceas, dispuestas en racimos, y la semilla, similar a la del alazor, que en Anticira llaman sesamoide y se usa como purgante. Las raíces del eléboro negro, que tienen diversos usos, son finas, negras y nacen de un bulbo parecido a la cebolla. Crece en las colinas y los lugares abruptos y secos. Las variedades más preciadas son las que se dan en lugares como Anticira, donde crece el eléboro negro más auténtico y noble. Deben elegirse los más carnosos y rellenos, con poca médula, de gusto áspero y ardiente, como los del Helicón, los del Parnaso y los de Etolia, entre los cuales el del Helicón aventaja en calidad al resto. Si se administra solo o bien con escamonea y tres óbolos o una dracma de sal, el eléboro negro purga el estómago y disuelve la cólera y la flema. Se cuece con las lentejas y los caldos que habitualmente se toman para purgar el cuerpo; alivia a los epilépticos, a los melancólicos y a los locos, así como a quienes sufren dolor en las articulaciones y a los paralíticos. Aplicado en las partes genitales, provoca la menstruación y la muerte del feto. Si se aplica sobre las fístulas y se retira a los tres días, las desinfecta. Para curar la sordera, se instila en el oído y se deja ahí dos o tres días. Aplicado como ungüento con incienso o cera, pez y aceite cedrino, cura la roña; con vinagre, alivia el vitíligo, la sarna y los sarpullidos. Haciendo enjuagues con su cocimiento, se alivia el dolor de muelas. Se mezcla con medicamentos corrosivos. Se aplica como emplasto, con harina de cebada y vino, sobre el vientre de los hidrópicos, que así obtienen alivio. Si se planta cerca de la raíz de las vides, el vino que se obtiene es purgante. Se cree que purifica las casas si se rocían con su infusión. Así, quienes lo recogen lo hacen de pie, encomendándose y orando a Apolo y a Asclepio y rehuyendo la presencia de algún águila, pues se dice que cuando esta sobrevuela es señal de un gran peligro, tanto es así que estar a la vista de un águila mientras se recoge el eléboro negro se tiene por presagio de muerte. Debe recogerse con presteza, ya que sus vapores provocan estupor, por eso quienes se dedican a ello se preparan comiendo ajo y bebiendo vino, para no correr riesgos. A este eléboro se le extrae la médula, igual que al eléboro blanco.» (f. 94v)
El largo texto recopilado en el manuscrito corresponde al que Dioscórides incluye en su capítulo sobre el Helleborus niger, aunque Cibo dibuja la especie próxima Helleborus viridis. El eléboro verde vive en bosques y praderas en el norte de España, Italia, Francia, Gran Bretaña, oeste y centro de Europa. Sus rizomas contienen glucósidos y saponinas que se han usado como cardiotónico, aunque su toxicidad es manifiesta. En la zona de los Pirineos se aplicaba contra el dolor de muelas. El eléboro verde tiene las flores verdes y el negro, sin embargo, blancas o rosadas.
Ramón Morales
Real Jardín Botánico de Madrid
(Fragmento del libro de estudio del Dioscórides de Cibo y Mattioli)