El Roman de la Rose de Francisco I

Buen Recibimiento conduce al Amante al rosal, f. 37r


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Una vez conmigo, Buen Recibimiento
me cumplimentó con mucho cariño, 
y si acaso estaba conmigo enfadado,
no pude notarle síntoma ninguno.
Antes al contrario, me mostró un semblante
mucho más risueño que la vez pasada. 
Después de lo cual me asió de la mano
para conducirme hasta el mismo seto
en el que Peligro verme no quería,
por el cual ahora me dejaba andar.
Así que pensaba que había pasado 
del más duro infierno a un cielo dulcísimo:
Buen Recibimiento conmigo venía
por todas las partes cumpliendo mis gustos.

Un poco más gruesa observé que estaba
mi querida rosa cuando me acerqué.
Pude comprobar que había engordado
algo desde el día que la conocí,
y también noté que había crecido
un poquito más. Mucho me agradó
al ver que no estaba demasiado abierta
como para verse los maduros granos,
y que mantenía muy firmes aún
y de igual tersura sus pétalos todos, 
los cuales se alzaban con gran elegancia
manteniendo prieto todo el interior, 
por lo cual el grano se hallaba encerrado
y no se mostraba en ningún lugar.
¡Que Dios la bendiga! ¡Estaba muy bella,
mucho más hermosa en su crecimiento
que lo estaba entonces, y mucho más roja!

Roman de la Rose, versos 3343-3373
(Ed. y trad. de Juan Victorio)


El Roman de la Rose de Francisco I Buen Recibimiento conduce al Amante al rosal, f. 37r

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Buen Recibimiento conduce al Amante al rosal, f. 37r

Una vez conmigo, Buen Recibimiento
me cumplimentó con mucho cariño, 
y si acaso estaba conmigo enfadado,
no pude notarle síntoma ninguno.
Antes al contrario, me mostró un semblante
mucho más risueño que la vez pasada. 
Después de lo cual me asió de la mano
para conducirme hasta el mismo seto
en el que Peligro verme no quería,
por el cual ahora me dejaba andar.
Así que pensaba que había pasado 
del más duro infierno a un cielo dulcísimo:
Buen Recibimiento conmigo venía
por todas las partes cumpliendo mis gustos.

Un poco más gruesa observé que estaba
mi querida rosa cuando me acerqué.
Pude comprobar que había engordado
algo desde el día que la conocí,
y también noté que había crecido
un poquito más. Mucho me agradó
al ver que no estaba demasiado abierta
como para verse los maduros granos,
y que mantenía muy firmes aún
y de igual tersura sus pétalos todos, 
los cuales se alzaban con gran elegancia
manteniendo prieto todo el interior, 
por lo cual el grano se hallaba encerrado
y no se mostraba en ningún lugar.
¡Que Dios la bendiga! ¡Estaba muy bella,
mucho más hermosa en su crecimiento
que lo estaba entonces, y mucho más roja!

Roman de la Rose, versos 3343-3373
(Ed. y trad. de Juan Victorio)


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