Representando el Atlántico Sur y las tierras del Nuevo Mundo en él existentes –la Terra Brasilis que a partir del año 1500 acabó perteneciendo a los portugueses de acuerdo con las estipulaciones previamente definidas en el Tratado de Tordesillas (1494)–, tenemos sólo una carta portulano. Es un ejemplar bellamente iluminado y particularmente decorativo, con sus indios brasileños y sus animales exóticos, y que, por este motivo, suele ser reproducida siempre que se quiere ilustrar el contenido de este atlas o lo que es la cartografía y la colonización del Brasil en general; es, probablemente la más célebre y más veces reproducida de todas las producciones de la cartografía portuguesa en la llamada “Época de los Descubrimientos”.
La mitad izquierda de esta célebre carta nos muestra el Brasil propiamente dicho, y tiene un ámbito geográfico que va desde las desembocaduras de los grandes ríos de la costa norte sudamericana hasta un poco más al sur del Río de la Plata. La mitad derecha nos muestra las aguas del Gran Golfo del Atlántico Sur, donde se desarrollaba la larga curva habitual de las naves portuguesas de la “Carrera de la India”, la también llamada “Ruta del Cabo”. Esas aguas, pobladas de grandes naves portuguesas, se extienden aquí desde los mares del golfo de Guinea hasta los confines meridionales, pero sin llegar al cabo de Buena Esperanza. Como hemos dicho ya, otra carta del Atlas Miller, hoy desaparecida, debía de mostrar los espacios del Atlántico Sur. Debía de ser la que representaba África, en las páginas diez y once.
La tan hermosa y tan célebre carta del Brasil y del Atlántico Sur es una carta hidrográfica (pues tiene todo lo que sería preciso para poder navegar con ella), aunque, por su riqueza, se percibe claramente que no fue realizada para navegar con ella, sino que se realizó como una ilustración geográfica; fue asumida como una exhibición de exotismo, con las bellísimas figuras de seres humanos, animales y plantas, propias para ser ofrecidas a una mirada principesca.
El sistema de direcciones está constituido por las habituales dieciséis líneas de rumbo, con el centro de construcción frente a la costa brasileña, en la latitud de Porto Seguro. En las intersecciones de las líneas de rumbo, aparecen cuatro rosas de los vientos, aunque en dos de ellas se haya representado sólo la mitad, en la parte inferior del pergamino. Su tipología es semejante a las otras del Atlas Miller, con los indicadores del Norte aún en forma de peones de ajedrez, y no de flor de lis. Un tronco de leguas y un meridiano graduado de latitudes aparecen dispuestos verticalmente en el margen derecho de la carta. Se ven dibujados el Ecuador y el trópico de Capricornio, que lleva una leyenda errónea: “Circulus Cancri”, y también otros paralelos, con cuatro círculos de climas en el hemisferio sur.
La toponimia en los litorales brasileños es abundantísima (como diremos luego, mucho más que la de las cartas que se realizarán en las décadas siguientes), y una gran leyenda principal, en latín, dice que aquella es la “gran tierra del Brasil” (“magni brasilis”), que confina con las Antillas del rey de Castilla, y que sus habitantes son antropófagos y muy hábiles en el uso del arco y de las flechas, y que en esa misma tierra abundan los papagayos y las fieras, y que también hay allí muchos árboles de palo brasil, tan útil para teñir de rojo los tejidos.
Alfredo Pinheiro Marques
Centro do Estudos do Mar Luís de Albuquerque
(Fragmento del libro de estudio Atlas Miller)