En una actitud todavía algo postrada, Juan ve cómo se desarrollan las dos siguientes plagas. La composición se construye de acuerdo con una elegante simetría en torno al cuarto y quinto ángel, cuyos movimientos convergen hacia el centro del espacio bajo unas arcadas gemelas que separan la miniatura en partes iguales; a su vez están divididas en dos, en sentido longitudinal, por un juego casi heráldico de fondos dorado, azul y rosa púrpura.
A la izquierda, el sol recibe el contenido de la copa que le está destinada; alterado por su propio ardor multiplicado, dirige sus rayos contra los hombres que intentan en vano protegerse de las quemaduras. Se inclinan ocultándose de un modo irrisorio tras lo que tienen al alcance de la mano: un escudo redondo, adargas, paneles de madera, un pedazo de tela o, también, lo que parece una especie de jofaina abollada e invertida para servir de ancho sombrero. A la derecha, el ángel derrama el recipiente de oro sobre la Bestia que permanece impasible, aunque abre sus siete fauces como lanzando un grito cuando se zambulle en las tinieblas, evocadas por el color azul obscuro del fondo. Frente a ella, los habitantes de la tierra se retuercen de dolor, levantando las manos y sacando unas lenguas enrojecidas de tanto morderlas durante el suplicio. Cegados por sus pecados, aquellos felones no dejan de blasfemar el nombre de Dios.
Marie-Thérèse Gousset y Marianne Besseyre
Centro de Investigación de Manuscritos Iluminados, Bibliothèque nationale de France
Fragmento del libro de estudio Apocalipsis 1313
En una actitud todavía algo postrada, Juan ve cómo se desarrollan las dos siguientes plagas. La composición se construye de acuerdo con una elegante simetría en torno al cuarto y quinto ángel, cuyos movimientos convergen hacia el centro del espacio bajo unas arcadas gemelas que separan la miniatura en partes iguales; a su vez están divididas en dos, en sentido longitudinal, por un juego casi heráldico de fondos dorado, azul y rosa púrpura.
A la izquierda, el sol recibe el contenido de la copa que le está destinada; alterado por su propio ardor multiplicado, dirige sus rayos contra los hombres que intentan en vano protegerse de las quemaduras. Se inclinan ocultándose de un modo irrisorio tras lo que tienen al alcance de la mano: un escudo redondo, adargas, paneles de madera, un pedazo de tela o, también, lo que parece una especie de jofaina abollada e invertida para servir de ancho sombrero. A la derecha, el ángel derrama el recipiente de oro sobre la Bestia que permanece impasible, aunque abre sus siete fauces como lanzando un grito cuando se zambulle en las tinieblas, evocadas por el color azul obscuro del fondo. Frente a ella, los habitantes de la tierra se retuercen de dolor, levantando las manos y sacando unas lenguas enrojecidas de tanto morderlas durante el suplicio. Cegados por sus pecados, aquellos felones no dejan de blasfemar el nombre de Dios.
Marie-Thérèse Gousset y Marianne Besseyre
Centro de Investigación de Manuscritos Iluminados, Bibliothèque nationale de France
Fragmento del libro de estudio Apocalipsis 1313