El libro de la Vida está abierto, aquél donde se consignan los nombres de los elegidos, mientras los muertos son juzgados. Quien concibió el programa iconográfico renuncia a ilustrar de modo literal la resurrección de los cadáveres que precede a la aniquilación de la muerte y del Hades, pronto arrojados al estanque de fuego, en favor de una imagen a la vez conceptual y programática que concentra la atención del lector sobre la dimensión mesiánica de la visión de san Juan. Así, en el registro superior, los instrumentos de la Pasión de Cristo -la cruz con la corona de espinas y los clavos, la lanza y la esponja- evocan la gloria del Salvador con más agudeza de la que tendría su efigie triunfante; y no es, como a menudo, al pie del Crucificado, sino del libro sobre el trono donde caen, en prosquinesis, María y el precursor Juan Bautista, vestido con la túnica de piel, como en la escena del bautismo de Cristo (f. 14v). Uno y otro son representados en su papel de intercesores de la humanidad. Esta figuración del trono de Justicia derivada de la Hetimasía oriental magnifica el misterio de la Parusía (la segunda venida de Cristo) al tiempo que aumenta en el fiel el temor del tribunal celeste.
El registro inferior ofrece una visión clara de lo que aguarda al difunto en el más allá: el ángel del Señor, con el libro en la mano, supervisa el pesado de las almas en una gran balanza de oro. El justo, comparable a la hostia consagrada en su copón, hace que el fiel se incline hacia el lado bueno a pesar de los gesticulantes esfuerzos de diablillos peludos y cornudos que se agarran al segundo plato sobrecargándolo con haces de leña, su combustible infernal. Pero su gesticulación no afecta a la serena seguridad del arcángel Miguel que señala con su índice derecho la cruz victoriosa que corona el copón con su aura protectora.
Puede suponerse que Juan ha escrito en abundancia. Se vuelve momentáneamente para contemplar su pluma, manteniendo con el codo izquierdo el rollo de pergamino en el escritorio para impedir que resbale.
Marie-Thérèse Gousset y Marianne Besseyre
Centro de Investigación de Manuscritos Iluminados, Bibliothèque nationale de France
Fragmento del libro de estudio Apocalipsis 1313
El libro de la Vida está abierto, aquél donde se consignan los nombres de los elegidos, mientras los muertos son juzgados. Quien concibió el programa iconográfico renuncia a ilustrar de modo literal la resurrección de los cadáveres que precede a la aniquilación de la muerte y del Hades, pronto arrojados al estanque de fuego, en favor de una imagen a la vez conceptual y programática que concentra la atención del lector sobre la dimensión mesiánica de la visión de san Juan. Así, en el registro superior, los instrumentos de la Pasión de Cristo -la cruz con la corona de espinas y los clavos, la lanza y la esponja- evocan la gloria del Salvador con más agudeza de la que tendría su efigie triunfante; y no es, como a menudo, al pie del Crucificado, sino del libro sobre el trono donde caen, en prosquinesis, María y el precursor Juan Bautista, vestido con la túnica de piel, como en la escena del bautismo de Cristo (f. 14v). Uno y otro son representados en su papel de intercesores de la humanidad. Esta figuración del trono de Justicia derivada de la Hetimasía oriental magnifica el misterio de la Parusía (la segunda venida de Cristo) al tiempo que aumenta en el fiel el temor del tribunal celeste.
El registro inferior ofrece una visión clara de lo que aguarda al difunto en el más allá: el ángel del Señor, con el libro en la mano, supervisa el pesado de las almas en una gran balanza de oro. El justo, comparable a la hostia consagrada en su copón, hace que el fiel se incline hacia el lado bueno a pesar de los gesticulantes esfuerzos de diablillos peludos y cornudos que se agarran al segundo plato sobrecargándolo con haces de leña, su combustible infernal. Pero su gesticulación no afecta a la serena seguridad del arcángel Miguel que señala con su índice derecho la cruz victoriosa que corona el copón con su aura protectora.
Puede suponerse que Juan ha escrito en abundancia. Se vuelve momentáneamente para contemplar su pluma, manteniendo con el codo izquierdo el rollo de pergamino en el escritorio para impedir que resbale.
Marie-Thérèse Gousset y Marianne Besseyre
Centro de Investigación de Manuscritos Iluminados, Bibliothèque nationale de France
Fragmento del libro de estudio Apocalipsis 1313