El Dragón, aunque arrojado a la tierra, no ceja en su persecución de la Mujer. Un ángel le entrega un par de alas para que pueda volar al desierto y escapar así de su perseguidor, hacia el cual se vuelve ella temerosa un momento antes de ponerse a salvo gracias al don de las alas. Juan, al que no se le mostraba en las últimas miniaturas, se echa hacia atrás asustado al ver al gran Dragón bermejo. La iconografía está muy próxima a la del modelo inglés, con actitudes idénticas. La escena se desenvuelve sobre un fondo diapreado de color oscuro.
“Y cuando el dragón vio que había sido derribado en tierra, persiguió a la mujer, que parió el hijo varón. Y fueron dadas a la mujer dos alas de gran águila, para que volase al desierto a su lugar, en donde es guardada por un tiempo, y dos tiempos, y la mitad de un tiempo, de la presencia de la serpiente”. (Ap 12, 13-14)