En esta última ilustración de la victoria del bien sobre el mal le llega el turno a la última de las tres bestias que tiranizaban la tierra: el gran Dragón bermejo, que es Satanás y ha de ser encadenado y conducido al abismo. A la izquierda, un ángel que sale de las nubes trae consigo una cadena y la llave del abismo; después conduce al Dragón sujeto por la cadena y mete la llave en la cerradura de la puerta de entrada al abismo, donde ha de permanecer por espacio de mil años. Una vez más la iconografía es casi idéntica en lo que se refiere a posturas y agrupamiento, así como en los detalles de la llave, la cadena y la cerradura, a la del modelo inglés. La escena se destaca sobre un fondo de diapreado en verde oscuro.
“Y vi descender del Cielo un ángel, que tenía la llave del abismo y una gran cadena en su mano. Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y le ató por mil años. Y lo metió en el abismo, y lo encerró, y puso sello sobre él, para que no engañe más a las gentes hasta que sean cumplidos los mil años; y después de esto conviene que sea desatado por un poco de tiempo”. (Ap 20, 1-3)