Arriba en el centro en una mandorla semicircular, Dios reposa dormido en una cama protegida por una cortina (v. 23,
Exurge quare obdormis, Domine? // Despierta Señor, ¿por qué duermes?). Flanqueándole a cada lado hay dos grupos de hombres sentados en bancos que sostienen libros y rollos (v. 2,
Deus auribus nostris audivimus. Patres nostri annuntiaverunt nobis // Oh Dios, con nuestros oídos hemos escuchado. Nuestros padres nos lo han contado). Debajo, una ciudad está siendo atacada por una multitud de jinetes con espadas, hachas de combate y lanzas (v. 4,
Nec enim in gladio suo possederunt terram // Pues no poseerán la tierra mediante su espada). Algunos de los anteriores atraviesan la puerta de la ciudad (v. 11,
Avertisti nos retrorsum post inimicos nostros // Nos hiciste volvernos ante nuestros enemigos). Delante, entre los soldados, hay cabras y ovejas y un hombre yace muerto en el suelo (v. 12,
Dedisti nos tanquam oves escarum // Nos has abandonado como ovejas de matadero; v. 22,
Quoniam propter te mortificamur tota die, estimati sumus sicut oves occisionis // Por ti somos asesinados cada día, tomados cual ovejas de matadero). En el interior de las murallas de la ciudad, a la izquierda, un grupo de hombres permanecen postrados ante un altar en una iglesia (v. 25,
Quoniam humiliata est in pulvere anima nostra, conglutinatus est in terra venter noster // Pues nuestra alma está postrada en el polvo, nuestro vientre contra el suelo). A la derecha, un hombre con un gran rollo, escudo y lanza, permanece ante una espada rota, un arco y un cuerno que están en el suelo (v. 6,
In te inimicos nostros ventilabimus cornu, et in nomine tuo spernemus insurgentes in nobis // Rechazaremos nuestros enemigos con el cuerno, con tu nombre humillaremos a los que se alzan en nuestra contra; v. 7,
Non enim in arcu meo sperabo, et gladius meus non salvabit me // Pues no me encomendaré a mi arco, ni mi espada me salvará). Detrás de éste hay un grupo de hombres con lanzas y escudos.