Concebida para acompañar un salmo que se dedica a Salomón, el rey sabio (v.1, In Salomonem), la ilustración del folio 124 es una de las más significativas e interesantes de un libro que, en su parte visual, evita todo elemento superfluo o excesivamente reiterativo. El Juicio de Salomón (I, Reyes, 3, 16-28) abre este capítulo, inmerso totalmente en la descripción de las distintas formas de realeza. Un niño recién nacido aparece sobre una mesa de madera frente a un hombre con un cuchillo en la mano; situadas a ambos lados de la tabla se hallan las dos mujeres que se disputan la criatura, y a la izquierda Salomón entronizado junto a dos hombres de mediana edad. El rey dicta veredicto ante ellos, expectantes, mientras una de las mujeres parece renunciar a su maternidad después de oír las palabras del rey que ordenaban partir al niño en dos mitades. El salmo se refiere a la sabiduría que Dios debe conceder a los monarcas para que estos sean justos (v. 2, Deus judicium tuum regi da: et justitiam tuam filio regis: Judicare populum tuum in justitia et pauperes tuos in judicio.// O Dios da tu juicio al rey: y tu justicia al hijo del rey: para que él juzgue a tu pueblo con justicia, y a tus pobres con juicio). Salomón es, sin duda, el prototipo bíblico e indiscutible del rey sabio, que actúa justamente y retorna el hijo a la verdadera madre. Sin embargo, los padres de la iglesia también vieron en Salomón, hijo de David, la prefigura imperfecta de Cristo y a Cristo como verdadero Salomón, es decir, como verdadero rey de Justicia (v. 7, Orietur in diebus ejus justitia, et abundantia pacis: donec auferatur luna.// En los días de él nacerá justicia, y abundancia de paz: hasta que sea quitada la luna.) No es extraño, por tanto, que en la misma miniatura se incluya el tema de los reyes magos que reconocen a Jesús como rey de los cielos. Antes de comentar estos episodios, que conducen al registro inferior, hay que referirse a una nueva escena, dedicada a la historia de Salomón. Se trata de la construcción del templo (I, Reyes, 5, 1-8) que presenta ya la cabecera levantada, lugar en que se ha dispuesto el altar. Un albañil está completando la construcción de uno de los contrafuertes del edificio, mientras dos mujeres cargadas con cestos de argamasa se aproximan a él y otros personajes preparan bloques de piedra en primer término. El reinado sobre Israel de Salomón, rey sabio y devoto, prefigura el tiempo en que reinará el Mesías de forma universal y eterna. La justicia y la paz del reinado de Salomón deben ejemplificar, por tanto, la equidad y sabiduría divinas.
La visita a Herodes de los tres reyes, portadores de hábitos de vistoso colorido, permite oponer dos tipos de monarca, ya que el primero será considerado contrafigura de Salomón. Herodes puede contemplarse como rey nefasto, destructor y perseguidor de los inocentes. Los magos siguen su camino hasta el lugar en que adorarán a Jesús, representado sobre la falda de una Madre entronizada. La Epifanía vinculada al texto del salmo (v. 10, Reges Tharsis, et insulae numera offerent: reges Arabum, et Saba dona adducent// Los reyes de Tharsis, y las islas le ofrecerán dones: los reyes de Arabia, y de Saba le traerán presentes.; y v. 11, Et adorabunt eum omnes reges terrae: omnes gentes servient ei://Y le adorarán todos los reyes de la tierra: todas las naciones le servirán:), pone en este caso de relieve el carácter simbólico del tema (Mateo, 2). En primer lugar prescinde de la imagen de san José. En segundo, ubica el episodio al margen del tempo narrativo que describía la llegada de los magos y muestra a los tres reyes arrodillados y orantes al mismo tiempo. De este modo se acusa más claramente la relación con el salmo que profetiza que todos los reyes de la tierra adorarán al verdadero rey de Israel, el verdadero Salomón ofreciéndole presentes (v. 10-11). Jesús se reviste de todas las virtudes, que ya había cultivado el monarca del Antiguo Testamento, pero perfeccionadas en su vertiente divina.
En la inicial de “Deis” del folio 124 aparece una serpiente verde voladora con cola de acanto y alas de murciélago, cuya apariencia se aproxima a la de muchos dragones. Estos son mencionados en el salmo 73, en que se dice que Dios magulla y quiebra las cabezas del dragón (v.13-14).