Tradicionalmente, la Pasión de Cristo empieza siempre con la última cena que Jesús celebró con los apóstoles. Los Evangelios relatan cómo, la víspera de la celebración de la Pascua judía, Jesús se levantó de la mesa, se quitó su mantos, cogió un paño y se lo ciñó a la cintura. Se puso a lavar los pies de los discípulos y después los secó, lo que provocó la indignada pregunta de Pedro, que no comprendía por qué Jesús se rebajaba de ese modo. El pasaje del Lavatorio de pies representa pues la humildad de Cristo, su amor por los apóstoles y su mandamiento de amarse y permanecer unidos. Tras la cena, Jesús se retiró al huerto de Getsemaní, llamado también Monte de los Olivos, con Pedro, Juan y Santiago, y se enfrentó solo a la angustia de su próximo arresto y muerte.
El grabador supo articular las tres escenas al representar la Última Cena y el Lavatorio de pies con una dinámica espacial que permite encadenar los episodios y anticipar lo que vendrá a continuación. Cada episodio transcurre en un espacio distinto y los personajes establecen la conexión entre ellos: Judas franquea la puerta, con la bolsa en la mano, y predispone al lector a prepararse para el Prendimiento de Cristo, que tiene lugar en el siguiente grabado. El dominio del espacio y de la perspectiva de Meckenem es una prueba de su conocimiento del arte flamenco y, en especial, del Tríptico de la vida de Juan el Bautista, fechado entre 1455 y 1460 (Berlín, Gemäldegalerie), obra de Rogier van der Weyden. El artista se inspiró sobre todo en el panel derecho del tríptico, que representa la degollación del santo, donde se reproduce una sucesión de salas que se alejan hacia el interior.
Séverine Lepape
Conservador
Musée du Louvre