Como antes se ha dicho, las nueve lecturas de maitines en el Oficio de Difuntos están tomadas del Libro de Job. El hombre justo de Hus fue duramente probado por Satanás: sus ganados fueron robados y destruidos, sus servidores asesinados, su casa arrasada y muertos sus hijos. El propio Job acaba en un muladar, cubierto de pústulas y ridiculizado por su mujer y sus amigos. La imagen de Job en el muladar sirve, pues, a menudo de frontispicio para el Oficio de Difuntos. En la imagen de Poyer, un Job cansado y casi desnudo se sienta sobre la basura acumulada en las ruinas de una construcción que en otro tiempo fue grandiosa: su mansión destruida. Inclinándose hacia delante y guiñando los ojos, se enfrenta a los reproches de sus tres «amigos», Elifaz, Baldad y Sofar, que, ataviados con lujo exótico, se le acercan con petulancia. El más joven dobla la rodilla para encararse mejor con él.
Job acaba recuperando la salud y la prosperidad. Sus pruebas y su triunfo final son una metáfora no solo para los habitantes de la tierra, sino también para los del purgatorio. Todo el mundo espera y reza por que, por grandes que sean las pruebas a que se vea sometida su fe y largas sus tribulaciones, Dios le conceda la recompensa celestial.
Roger S. Wieck.
Conservador, Manuscritos de la Edad Media y el Renacimiento
The Morgan Library & Museum
Como antes se ha dicho, las nueve lecturas de maitines en el Oficio de Difuntos están tomadas del Libro de Job. El hombre justo de Hus fue duramente probado por Satanás: sus ganados fueron robados y destruidos, sus servidores asesinados, su casa arrasada y muertos sus hijos. El propio Job acaba en un muladar, cubierto de pústulas y ridiculizado por su mujer y sus amigos. La imagen de Job en el muladar sirve, pues, a menudo de frontispicio para el Oficio de Difuntos. En la imagen de Poyer, un Job cansado y casi desnudo se sienta sobre la basura acumulada en las ruinas de una construcción que en otro tiempo fue grandiosa: su mansión destruida. Inclinándose hacia delante y guiñando los ojos, se enfrenta a los reproches de sus tres «amigos», Elifaz, Baldad y Sofar, que, ataviados con lujo exótico, se le acercan con petulancia. El más joven dobla la rodilla para encararse mejor con él.
Job acaba recuperando la salud y la prosperidad. Sus pruebas y su triunfo final son una metáfora no solo para los habitantes de la tierra, sino también para los del purgatorio. Todo el mundo espera y reza por que, por grandes que sean las pruebas a que se vea sometida su fe y largas sus tribulaciones, Dios le conceda la recompensa celestial.
Roger S. Wieck.
Conservador, Manuscritos de la Edad Media y el Renacimiento
The Morgan Library & Museum