Libro de Horas de Enrique VIII

El banquete de Epulón, f. 134v


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Aunque lo normal es que el Oficio de Difuntos reciba una sola ilustración, el del Libro de horas de Enrique VIII lleva dos. Cuando contiene una segunda imagen, es tradicional que ésta marque, como aquí, el comienzo de maitines, con una división textual que refleja la práctica de recitación antes mencionada. La segunda ilustración del Oficio es más pequeña porque señala un corte en el texto. La página tiene el mismo diseño que las del calendario y los sufragios, donde miniaturas de media página a todo color se yuxtaponen a orlas con escenas en monocromía, si bien en este caso se utilizan dos colores principales.

El Banquete de Epulón procede de la parábola del rico que cuenta Lucas (16,19-31). Según la historia, un rico innominado (en la Edad Media latina se le dio el nombre de Dives, que significa "rico") celebraba cada día espléndidos banquetes. Un pobre llamado Lázaro (no confundir con el Lázaro resucitado por Cristo) solo pedía las migajas que caían de su mesa; pero nadie le daba nada, y para mayor escarnio los perros del rico le lamían las llagas. Cuando el pobre murió, fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Epulón, en cambio, fue a parar al infierno, y en medio de los tormentos vio a Lázaro en el seno de Abraham; y le pidió a Abraham que Lázaro mojase en agua la punta de un dedo para refrescar su lengua ardiente. Abraham contestó que las riquezas que Epulón había recibido en la tierra había que pagarlas en la eternidad, mientras que Lázaro, como todos los pobres, gozaba de su recompensa en el cielo.

En la miniatura, el elegante Epulón y su mujer se disponen a comer. Ella observa cautelosa a su marido mientras él lanza una mirada fulminante hacia Lázaro. Sin ser visto por un criado que parece estar dormido de pie, el mendigo se dirige a la mesa. Lleva un pequeño barrilete y una carraca para advertir a los viandantes que es leproso. Su aproximación a la sala ha atraído la atención de tres perros, que se dirigen a él. En la orla inferior, pintada básicamente en tonos cobrizos y anaranjados, Epulón, atormentado por las llamas y los demonios, apunta a su boca pidiendo una única gota de agua. En el fresco azul del cielo, el alma inocente de Lázaro, representada como un niño desnudo, reza tranquilamente en los brazos protectores de Abraham. Como ya se ha dicho, esta orla se basa en la que Poyer pintó poco antes en las Horas Tilliot.

Roger S. Wieck.
Conservador, Manuscritos de la Edad Media y el Renacimiento
The Morgan Library & Museum


El banquete de Epulón, f. 134v

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El banquete de Epulón, f. 134v

Aunque lo normal es que el Oficio de Difuntos reciba una sola ilustración, el del Libro de horas de Enrique VIII lleva dos. Cuando contiene una segunda imagen, es tradicional que ésta marque, como aquí, el comienzo de maitines, con una división textual que refleja la práctica de recitación antes mencionada. La segunda ilustración del Oficio es más pequeña porque señala un corte en el texto. La página tiene el mismo diseño que las del calendario y los sufragios, donde miniaturas de media página a todo color se yuxtaponen a orlas con escenas en monocromía, si bien en este caso se utilizan dos colores principales.

El Banquete de Epulón procede de la parábola del rico que cuenta Lucas (16,19-31). Según la historia, un rico innominado (en la Edad Media latina se le dio el nombre de Dives, que significa "rico") celebraba cada día espléndidos banquetes. Un pobre llamado Lázaro (no confundir con el Lázaro resucitado por Cristo) solo pedía las migajas que caían de su mesa; pero nadie le daba nada, y para mayor escarnio los perros del rico le lamían las llagas. Cuando el pobre murió, fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Epulón, en cambio, fue a parar al infierno, y en medio de los tormentos vio a Lázaro en el seno de Abraham; y le pidió a Abraham que Lázaro mojase en agua la punta de un dedo para refrescar su lengua ardiente. Abraham contestó que las riquezas que Epulón había recibido en la tierra había que pagarlas en la eternidad, mientras que Lázaro, como todos los pobres, gozaba de su recompensa en el cielo.

En la miniatura, el elegante Epulón y su mujer se disponen a comer. Ella observa cautelosa a su marido mientras él lanza una mirada fulminante hacia Lázaro. Sin ser visto por un criado que parece estar dormido de pie, el mendigo se dirige a la mesa. Lleva un pequeño barrilete y una carraca para advertir a los viandantes que es leproso. Su aproximación a la sala ha atraído la atención de tres perros, que se dirigen a él. En la orla inferior, pintada básicamente en tonos cobrizos y anaranjados, Epulón, atormentado por las llamas y los demonios, apunta a su boca pidiendo una única gota de agua. En el fresco azul del cielo, el alma inocente de Lázaro, representada como un niño desnudo, reza tranquilamente en los brazos protectores de Abraham. Como ya se ha dicho, esta orla se basa en la que Poyer pintó poco antes en las Horas Tilliot.

Roger S. Wieck.
Conservador, Manuscritos de la Edad Media y el Renacimiento
The Morgan Library & Museum


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