La escena se desarrolla con total simplicidad: en un campo con cuatro tiendas, se muestra una abierta donde se ve el torso desnudo, decapitado y sangrante de Holofernes en una cama; fuera, Judit, con la espada en alto, deposita la cabeza del general asirio en un saco de tela que sostiene su sirviente; como es frecuente en Jean Colombe, hay una cierta complacencia por lo dramático, en este caso a través de la sangre que mancha la cama, la hierba y el saco. La escena, que es la que habitualmente suele representarse, es muy similar, por ejemplo, a la que aparece en una de las arquivoltas de la portada norte de la catedral de Chartres. Como es habitual en el taller de Jean Colombe, hay una gran utilización de oro, que, como elemento unificador de las distintas partes de la página, realza colores, decora el marco o forma parte de los elementos ornamentales de las cenefas.
Para algunos exegetas Judit era tipo de la Iglesia, pero, con más frecuencia, se vio en ella una figura de la Virgen; así, san Buenaventura explica que Santa María, como Judit, ha cortado la cabeza del demonio del que Holofernes es la encarnación. También es símbolo de la Sanctimonia, es decir, de la Castidad y de la Humildad, que triunfan contra la Lujuria y el Orgullo, encarnados en Holofernes, según puede leerse en la Psicomaquia de Prudencio.