Vive en bosques en toda España (aunque escasa en el sur), Italia, Francia, Gran Bretaña, gran parte de Europa y región mediterránea hasta el suroeste de Asia. El nombre genérico es el de la encina en latín y el específico alude a sus hojas espinosas. Este árbol, de hasta ocho metros de altura, tiene sus hojas inferiores con pinchos en el margen; sin embargo, las superiores, a donde ya no llegan los herbívoros, presentan el borde liso. Estas son muy apetecidas por el ganado, sobre todo vacuno. En ciertos lugares de España se le daba al ganado como forraje, pero antes se machacaban para quitarle los pinchos. Sus frutitos rojos son tóxicos y nacen en los ejemplares hembra, ya que es planta dioica. Contiene glucósidos, taninos y amargos. Sus hojas cocidas son eficaces contra el reuma y la fiebre. Su madera es de muy buena calidad. Según cuenta Quer, con esta madera están hechas las ventanas del Palacio Real de Madrid. Con su corteza interna cocida, dejada fermentar y molida se elaboraba la liga, sustancia pegajosa utilizada entre otras cosas para cazar pájaros. Es arbolillo ornamental y tradicionalmente venía usado como adorno de Navidad por sus bonitas hojas lustrosas y brillantes y sus frutitos rojos, pero en la actualidad es especie protegida. No parece que Dioscórides incluya el acebo en su tratado; sin embargo, Laguna indica que el paliuro pudiera referirse a esta planta.
Ramón Morales
Real Jardín Botánico de Madrid
(Fragmento del libro de estudio del Dioscórides de Cibo y Mattioli)