Los baños termales de Tiberíades, a orillas del lago del mismo nombre en la zona norte del moderno estado de Israel, eran bien conocidos por los geógrafos árabes. Uno de ellos, Shams al-Din Qalqashandi, escribe: “Existen también los famosos baños termales de Tiberíades, manantiales de los que brota el agua tan caliente que se puede cocer un huevo en ella; los frecuentan quienes tienen mala salud, y sumergiéndose en el agua mejoran. [El historiador árabe] Ibn al-Athir afirma que el agua es tan caliente que no hay necesidad de hacer fuego para templarla”.
El pintor del Kitab al-bulhan (f. 35v) representó una animada escena de hammam con bañistas y sus asistentes, pero la ilustración de esta copia otomana muestra un edificio deshabitado. El baño se alza aislado en un paisaje montañoso, y tiene el perfil otomano típico de un edificio cupulado con medias cúpulas más pequeñas bajo la principal. A la derecha unos escalones y una puerta dan acceso al interior, representado por un único recinto con arcos sobre columnas y dos pilas adosadas a la pared; por lo demás el interior está vacío. Las cúpulas están convenientemente punteadas de círculos blancos que representan los vidrios circulares que solían decorar los baños en todo el mundo islámico. Ese detalle, unido a las nubecillas de vapor blanco que emanan de dos chimeneas a los lados de la cúpula principal, permite entender que, en efecto, el edificio es un hammam.
Un detalle adicional y encantador es el genio semidesnudo que guarda una pequeña lumbre en el sótano del edificio. Como hemos leído en la cita de Ibn al-Athir, el agua brotaba muy caliente por medios naturales, y de ahí que el pintor haya mostrado ese fuego subterráneo perpetuo mantenido por un ser subterráneo.
Stefano Carboni
The Metropolitan Museum of Art
Conservador adjunto del Dpto. de Arte islámico
(Fragmento del volumen de estudio del Libro de la Felicidad)
Los baños termales de Tiberíades, a orillas del lago del mismo nombre en la zona norte del moderno estado de Israel, eran bien conocidos por los geógrafos árabes. Uno de ellos, Shams al-Din Qalqashandi, escribe: “Existen también los famosos baños termales de Tiberíades, manantiales de los que brota el agua tan caliente que se puede cocer un huevo en ella; los frecuentan quienes tienen mala salud, y sumergiéndose en el agua mejoran. [El historiador árabe] Ibn al-Athir afirma que el agua es tan caliente que no hay necesidad de hacer fuego para templarla”.
El pintor del Kitab al-bulhan (f. 35v) representó una animada escena de hammam con bañistas y sus asistentes, pero la ilustración de esta copia otomana muestra un edificio deshabitado. El baño se alza aislado en un paisaje montañoso, y tiene el perfil otomano típico de un edificio cupulado con medias cúpulas más pequeñas bajo la principal. A la derecha unos escalones y una puerta dan acceso al interior, representado por un único recinto con arcos sobre columnas y dos pilas adosadas a la pared; por lo demás el interior está vacío. Las cúpulas están convenientemente punteadas de círculos blancos que representan los vidrios circulares que solían decorar los baños en todo el mundo islámico. Ese detalle, unido a las nubecillas de vapor blanco que emanan de dos chimeneas a los lados de la cúpula principal, permite entender que, en efecto, el edificio es un hammam.
Un detalle adicional y encantador es el genio semidesnudo que guarda una pequeña lumbre en el sótano del edificio. Como hemos leído en la cita de Ibn al-Athir, el agua brotaba muy caliente por medios naturales, y de ahí que el pintor haya mostrado ese fuego subterráneo perpetuo mantenido por un ser subterráneo.
Stefano Carboni
The Metropolitan Museum of Art
Conservador adjunto del Dpto. de Arte islámico
(Fragmento del volumen de estudio del Libro de la Felicidad)