Esta miniatura muestra a cuatro aves de presa sobrevolando un valle indicado por las dos formaciones rocosas de los lados, en cuyo fondo se ven diseminadas piedras de colores. Una de las aves vuela con un pedazo de carne en el pico, y en el fondo del valle tres serpientes circulan entre las piedras coloreadas. La isla de Sirindib o Ceilán, la moderna Sri Lanka, era famosa entre los escritores de viajes árabes no solo porque el profeta Adán hubiera dejado marcada la huella de los pies en una de sus montañas, sino también por sus fabulosos diamantes y piedras preciosas.
No es sorprendente, por lo tanto, que en uno de los cuentos de Simbad en Las mil y una noches se hable de las riquezas de la isla y la manera de apoderarse de las piedras preciosas. Las gemas se encuentran en un valle guardado por unos seres temibles, aquí pintados como serpientes venenosas, de modo que es imposible recogerlas sin arriesgar la vida. Simbad refiere que los mercaderes del lugar habían ideado el siguiente ardid. Sacrificaban unas cuantas ovejas y cortaban la carne cruda en pedazos que arrojaban desde las laderas al fondo del valle. Los diamantes y gemas que cubrían el suelo quedaban pegados a la carne cruda, y en ese punto buitres, águilas y otras aves descendían volando para recoger la carne entre sus garras y llevársela a las alturas del valle para comerla tranquilamente. Allí las esperaban los mercaderes para espantarlas y separar las piedras preciosas de la carne.
Stefano Carboni
The Metropolitan Museum of Art
Conservador adjunto del Dpto. de Arte islámico
(Fragmento del volumen de estudio del Libro de la Felicidad)
Esta miniatura muestra a cuatro aves de presa sobrevolando un valle indicado por las dos formaciones rocosas de los lados, en cuyo fondo se ven diseminadas piedras de colores. Una de las aves vuela con un pedazo de carne en el pico, y en el fondo del valle tres serpientes circulan entre las piedras coloreadas. La isla de Sirindib o Ceilán, la moderna Sri Lanka, era famosa entre los escritores de viajes árabes no solo porque el profeta Adán hubiera dejado marcada la huella de los pies en una de sus montañas, sino también por sus fabulosos diamantes y piedras preciosas.
No es sorprendente, por lo tanto, que en uno de los cuentos de Simbad en Las mil y una noches se hable de las riquezas de la isla y la manera de apoderarse de las piedras preciosas. Las gemas se encuentran en un valle guardado por unos seres temibles, aquí pintados como serpientes venenosas, de modo que es imposible recogerlas sin arriesgar la vida. Simbad refiere que los mercaderes del lugar habían ideado el siguiente ardid. Sacrificaban unas cuantas ovejas y cortaban la carne cruda en pedazos que arrojaban desde las laderas al fondo del valle. Los diamantes y gemas que cubrían el suelo quedaban pegados a la carne cruda, y en ese punto buitres, águilas y otras aves descendían volando para recoger la carne entre sus garras y llevársela a las alturas del valle para comerla tranquilamente. Allí las esperaban los mercaderes para espantarlas y separar las piedras preciosas de la carne.
Stefano Carboni
The Metropolitan Museum of Art
Conservador adjunto del Dpto. de Arte islámico
(Fragmento del volumen de estudio del Libro de la Felicidad)