Libro de REYES Y EMPERADORES
Manuel Moleiro ha publicado el facsímil del Libro del caballero Zifar (BnF, Espagnol 36), la primera novela escrita en castellano. Acercarse a esta obra desde la cuidada reproducción de que disponemos ahora, y acudir a las muchas sugerencias para su lectura que encierra el volumen de estudios que lo acompaña, nos puede hacer reflexionar largamente sobre lo que era en realidad leer una obra en la Edad Media, sobre cómo una simple novela de aventuras podía convertirse en un manual educativo, o cómo algunos manuscritos pueden convertirse en tesoros.
El Libro del caballero Zifar narra la historia de este y su familia desde que, agobiados por sus desgracias, abandonan el reino de Tarta. En su viaje en pos de un futuro mejor para él y los suyos, Dios lo pondrá a prueba repetidas veces: deberá demostrar que es el mejor caudillo cuando, al frente del ejército de Galapia, se enfrente al del Conde de Éfeso, y no deberá desesperarse cuando, tras esa campaña militar, se separe de sus hijos, Garfín y Roboán, y su esposa, Grima. Los primeros se pierden, y la segunda es raptada por unos piratas. Zifar, sin embargo, aceptará sus desgracias con cristiana resignación. Acompañado de un villano ingenioso, se dirigirá al reino de Mentón, que está en guerra contra sus invasores, y tan buenas dotes de general mostrará ante todos que derrotará al enemigo y llegará a ser rey. Entonces reaparecerán su esposa y sus hijos, perdidos hacía muchos años. Dios ha puesto su linaje a prueba, y todos la han superado con creces demostrando ser buenos cristianos. Sin embargo, cuando todo parece que va a acabar, empieza una nueva parte del relato. El hijo pequeño, Roboán, no se conforma con ser el segundón, así que pide permiso a su padre para, como él, buscar nuevas oportunidades en otros lugares del mundo. Zifar se lo concede, pero antes habla largamente con sus hijos, dándoles una completa guía de cuál debe ser su comportamiento en el mundo: cómo deben tratar a los demás y defender a la Iglesia, cómo han de impartir justicia o cómo deben vigilar la administración de sus posesiones. Acabado este largo intermedio didáctico, Roboán se lanza a la aventura, y tan bien aplicará las enseñanzas de su padre que llegará a ser emperador de Tigrida. Solo entonces accederá a casarse con la reina Seringa, que le había ofrecido un reino como el de su padre.
Ese sería, en pocas palabras, el argumento del Libro del caballero Zifar. Sin embargo, algunos episodios que no hemos mencionado cuentan entre los más bellos de la literatura española medieval. La historia del conde Nasón, que se enamoró de un hada maléfica que vivía en el fondo de un lago, o la de Roboán y la emperatriz Nobleza, que viven un año de amor en un país maravilloso, serían buenos ejemplos.
No es lo mismo leer un libro a fines del siglo XXI que en el siglo XV: nuestra lectura es silenciosa, mientras que la medieval se hacía en voz alta; leemos individualmente, mientras que en siglos anteriores se solía leer en un corro; y, sobre todo, el códice de París tenía un atractivo estético especial que una transcripción moderna, por muy cuidada que sea, no puede transmitir: su indisoluble unidad entre el texto, su cuidada caligrafía y sus riquísimas miniaturas, joya de la pintura gótica castellana. Solo ahora, con la edición facsímil que ha publicado Manuel Moleiro, podemos acceder a ese placer, hasta ahora reservado únicamente a reyes y emperadores.
El manuscrito de París está compuesto por 192 folios, con cuatro hojas de guarda al principio y al final. Está escrito sobre vitela (el primer folio) y papel, estriado y uniforme, a lo largo de todo el códice. Sus folios miden, aproximadamente, 400 x 260 mm. Posee dos numeraciones: una antigua, en números romanos, equivocada a partir del folio 122 (cxxiij) y otra moderna, hecha a lápiz, en números arábigos, ambas en la esquina superior derecha.
El texto está escrito a dos columnas, con un intercolumnio que oscila entre 15 y 25 mm. La caja de escritura también oscila en sus medidas, y se sitúa entre 195 x 290 y 200 x 285 mm. La letra es redonda o semigótica, la habitual para los textos en castellano en el siglo XV. Parece escrito por dos amanuenses distintos, uno hasta el folio 121 y otro en adelante. La tinta para el texto ha conservado su tono oscuro. También se emplea tinta roja en los epígrafes y calderones, y morada solo para los calderones, alternándose con la roja. Las letras capitales, al comienzo de cada capítulo, son góticas adornadas con arabescos y representaciones florales. Para el cuerpo de la letra se utiliza el dorado sobre una base de tinta marrón; para la decoración interior, el azul celeste y el rojo burdeos; y, para el contorno de la letra, el negro.
El códice posee 243 hermosísimas miniaturas, de impecable factura y muy ricamente iluminadas, repartidas a lo largo del texto, con medidas que oscilan entre 120 x 100 mm cuando se sitúan en una columna, y 150 x 180 mm si ocupan la anchura de la caja de escritura. Sin duda, esta es la característica más sobresaliente del manuscrito, pues lo convierte en uno de los más hermosos de la Edad Media española.
Su encuadernación actual es de piel de ternera con tintes de color de nogal sobre tapas de madera que miden 418 x 280 mm. El lomo, de cuero rojo, pertenece a una encuadernación anterior. Mide 70 mm de ancho, y en él aparece repetidamente el escudo de Napoleón I (una N con corona imperial) con adornos dorados que representan flores de lis. En el tejuelo se lee «roman de cifar».
Por otro lado, la misma historia del manuscrito no podía ser más apasionante, ni mostrar mejor en qué círculos sociales podía ser apreciado un códice tan bello como este. No en vano, el Libro del caballero Zifar esconde tras sus aventuras un perfecto manual para la educación de príncipes, y por eso no es de extrañar que siempre lo encontremos en sus cortes. Fue expresamente copiado para la biblioteca de Enrique IV de Castilla, lo que explica el lujo extremado del mismo. A su muerte, pasó a la de Isabel I, donde formaba parte del tesoro personal de la reina. En torno al año 1511 es posible que perteneciera a Charles de Croy, conde de Chimay, de quien conservó las armas en una encuadernación de terciopelo. En todo caso, en 1526 estaba ya en la biblioteca de Margarita de Austria, y poco después, en 1565, en la de María de Hungría, hermana del emperador Carlos V. De ahí pasó a la biblioteca de los Duques de Borgoña, donde está documentado en 1577 y 1614, hasta finales del siglo XVIII. En 1796 llega a París. Napoleón lo admira y lo recoge en la Bibliothèque Impériale. Ahí, en lo que iba a ser la Bibliothèque Nationale de France a partir de 1871, permanece el códice hasta nuestros días. El papel fue restaurado en 1947 y la encuadernación, que quedó como la hemos descrito, en 1980.
Desde luego, un manuscrito de esas características y con esa historia no podía ser reproducido sino con el mayor detalle y con un rigor pocas veces igualado. A la hora de hacer un facsímil no se trataba de ofrecer un simple soporte material sobre el que se imprime una fotografía más o menos detallada de cada página, como suelen hacer la mayoría de las editoriales, sino de reproducir con la mayor fidelidad posible un códice que ha pasado por manos de reyes y emperadores, un fragmento único de historia. Hacer, en fin, un nuevo original, idéntico. Y es aquí donde el buen oficio de Manuel Moleiro hace que su editorial sea la mejor preparada para este trabajo; la única que podía superar ese reto dignamente. Sus libros duplican exactamente la vitela y el papel, el corte y la textura de los folios originales; reproducen fielmente sus colores, fondos y oros; las encuadernaciones y las guardas.
El proceso de elaboración es, necesariamente, lento y escrupuloso: el códice se desencuaderna con cuidado infinito y se fotografía con película especialmente configurada por fabricantes como Kodak o Fuji. Paralelamente, un equipo de restauradores y expertos en codicología y miniaturas medievales trabaja durante varios meses en la preparación del soporte material, para el que se eligen las materias más nobles y cercanas al original. La composición se verifica en cada página independientemente, atendiendo a los problemas que pueda presentar, y se suelen combinar varios procesos de impresión (offset, serigrafía, estampación, grabado) hasta que se consigue la mayor similitud posible. Cuando los hay, se reproducen incluso los desperfectos del códice: agujeros de polilla, manchas de cera, raspados, cosidos… por no hablar de las etiquetas de papel en que se han pegado las anotaciones de cada biblioteca. También la encuadernación se cuida hasta el último detalle con un proceso tan complejo como el del libro. Y, cuando conviene, cada uno de esos elementos sufre un proceso de envejecimiento. Un trabajo laborioso, como se ve, en el que se combinan el rigor del especialista en arte medieval, el trabajo artesano y las tecnologías más avanzadas. El resultado final, en el caso del Libro del caballero Zifar, es abrumador: es materialmente imposible distinguir la copia del original. Por eso a Manuel Moleiro le gusta decir que la palabra “facsímil”, de la que tanto se abusa en las editoriales especializadas, se le ha quedado pequeña para hablar de sus libros: él prefiere “casi-original”. Sin embargo, frente al original único e irrepetible y difícil de consultar en una biblioteca lejana, aparecen ahora 987 ejemplares “casi-originales”, en tirada única e irrepetible, numerados y autentificados con acta notarial; 987 ejemplares que deleitarán a sus 987 poseedores.
Su buen hacer queda de manifiesto, por ejemplo, en la fantástica colección de manuscritos iluminados con la obra de Beato de Liébana, que le ha dado fama internacional. Entre los más recientes destacan el Códice de Girona (siglo X), el Códice de Santo Domingo de Silos (siglo xi), el Códice de San Pedro de Cardeña (siglo XII) y el Códice de San Andrés de Arroyo (siglo XIII). En la Edad Media era un signo de distinción, para todo monasterio o toda corte que se preciara, poseer un ejemplar iluminado de esta obra pero, en vista de la aceptación con que estos nuevos originales están siendo recibidos por los bibliófilos contemporáneos, es indudable que a principios del siglo xxi siguen deslumbrándonos con sus primitivas y hermosas miniaturas.
Prueba de que el trabajo de Manuel Moleiro satisface las más altas expectativas es que las principales bibliotecas del mundo han trabajado con él. Así, la Bibliothèque Nationale de France dio los permisos necesarios para que se realizaran las reproducciones del Libro del caballero Zifar, el Apocalipsis flamenco (de hacia 1400) y el Salterio Glosado (ejecutado en diferentes etapas entre 1200 y 1340). Lo mismo hicieron la Biblioteca Estense Universitaria, de Módena, para el Libro de horas de Alberto de Brandemburgo (1534) y la Fundação Calouste Gulbenkian, de Lisboa, para el magnífico Apocalipsis Gulbenkian (siglo XIII). La prestigiosa British Library, de Londres, autorizó la reproducción de algunas de sus joyas más preciadas, como el Libro de horas de Juana la Loca (hacia 1500) y el curiosísimo Libro del Golf (hacia 1530), y la Biblioteca Nacional de Rusia, de San Petersburgo, se volcó en proyectos como el Libro del Tesoro de Brunetto Latini (del siglo XIV), el Libro de horas de Luis de Orleans (1490) o el Libro de los medicamentos simples (siglo XV), que había pertenecido a Carlos V. Pero también dan prueba de su amor por los libros sus investigaciones en bibliotecas menos conocidas: así es como aparecieron el Liber testamentarum (siglo XII) de la Catedral de Oviedo o la extraordinaria Biblia de San Luis (siglo XIII), de la Santa Iglesia Catedral Primada de Toledo, sin duda, la más hermosa y rica de las biblias medievales. Todas le han abierto las puertas y le han permitido trabajar con sus tesoros mejor guardados, los libros que no tienen precio. El prestigio de estas bibliotecas, la amplitud de perspectivas del editor al dirigir sus miras a tan variados escenarios, son toda una garantía de rigor y profesionalidad a la hora de hacer su trabajo.
El estupendo facsímil del Libro del caballero Zifar va acompañado de una colección de estudios sobre el mismo. El objetivo de este libro independiente, de 332 páginas, es servir de guía a quienes deseen profundizar en los secretos del texto que han adquirido. En este caso, los estudios se han reunido bajo la dirección de Francisco Rico, de la Real Academia Española, que ha seleccionado su propio equipo de investigadores. Estos, sin embargo, no se han limitado a resumir cuanto se sabía sobre el Libro del caballero Zifar y a exponerlo de forma amena, sino que se han enfrentado a la obra como investigadores de la misma. A la vez que una guía, es un libro fundamental para entender la obra, pues buena parte del material que se recoge en estos capítulos es inédito y totalmente nuevo para la comunidad científica internacional.
El volumen de estudios se abre con una «Invitación a la lectura del Libro del caballero Zifar» al cuidado de Rafael Ramos, en la que se revisa a grandes rasgos el argumento del libro y se relaciona con las diferentes tradiciones literarias de las que surge: relatos hagiográficos, literatura sapiencial de origen clásico y árabe, leyendas fantásticas y, sobre todo, relatos caballerescos inspirados en los libros artúricos. El resultado final, sin embargo, no resulta ser un libro de caballerías como los que iban a imponerse siglos después en España, sino un completo manual para la educación de los caballeros de la corte.<
«Los problemas del Zifar», de Juan Manuel Cacho Blecua es un buen resumen de los estudios que se le han dedicado. Se analizan detenidamente problemas como el de la fecha de la obra (que se finge escrita hacia 1304 cuando en realidad es de mediados del siglo XIV) o el problema de la autoría (y, junto a él, la problemática atribución de la misma a Ferrán Martínez). También se revisan sus principales fuentes y su imbricación en el género de la narrativa caballeresca o su relación con otras obras castellanas de la época.
Más concreto, sin embargo, es el capítulo de José Manuel Lucía Megías, «Los testimonios del Zifar». En él se presentan los tres testimonios conservados de esta obra medieval: el manuscrito 11309 de la Biblioteca Nacional de Madrid, el manuscrito Esp. 36 de la Bibliothèque Nationale de France y la edición impresa en Sevilla en 1512 (de la que solo se conservan dos ejemplares). Se analiza detenidamente cada uno de ellos (especialmente el códice de París, que es el editado en facsímil), poniéndose de manifiesto la importancia de cada testimonio en la transmisión textual.
Centrándonos ya en el códice editado, el estudio de Josefina Planas, «El manuscrito de París: las miniaturas» se dedica a analizar, desde el punto de vista de una experta en historia del arte medieval, su rasgo más llamativo. Al tratarse de un manuscrito realizado expresamente para Enrique IV, la riqueza de su iluminación es desbordante, y sitúa este testimonio del Libro del caballero Zifar a la altura de los mejores manuscritos españoles de la Edad Media, perfectamente equiparable a las grandes creaciones del siglo XIII (las obras del scriptorium de Alfonso X, el Sabio) o a las que vendrán más tarde, durante el reinado de los Reyes Católicos: los dos momentos cumbre de la miniatura castellana. En este excelente capítulo, se pone de manifiesto la rareza de un códice tan rico como este en un panorama como el de la Castilla de los tres primeros cuartos del siglo xv, tan poco aficionada a los manuscritos iluminados, y mucho menos cuando no se trataba de libros religiosos. Además, para su ejecución se acudió al taller de los mejores artistas de la corte, el de los hermanos Juan y Pedro Carrión, quienes estaban al corriente de las técnicas más revolucionarias recién llegadas de Flandes. Al frente de un competente equipo de miniaturistas, todos ellos diferenciados e identificados por las características formales de su estilo, realizaron las ilustraciones del libro, deteniéndose con especial atención en algunos pasajes sentimentales (la soledad de Zifar, las aventuras de Grima, los amores de Roboán y Nobleza) o moralizantes (algunos de los cuentecillos intercalados) que son magistralmente analizados desde el punto de vista de la relación entre texto e imagen.
Carmen Bernis, en «El manuscrito de París: estudio arqueológico», realiza un curiosísimo repaso a los realia de las miniaturas. Así, los vestidos de hombres y mujeres, en los que quedan patentes las diferentes modas que se enfrentaban en Castilla cuando se realizaba el códice; el mundo militar, con sus armaduras, armas defensivas y ofensivas, ciudades sitiadas y máquinas de guerra; el interior de las casas, con sus muebles y adornos… todo aparece ante nuestros ojos con la magia de lo que en su momento fue cotidiano pero que hoy apenas si llegamos a entender. De este minucioso análisis, extraemos noticias preciosas sobre el pasado que ningún documento nos podía haber transmitido: las miniaturas reflejan la realidad de su época con una precisión que ningún historiador podría haber igualado jamás.
Cierra el libro un interesante epílogo de Francisco Rico. Su estudio «Entre el códice y el libro» atiende a algunos de los problemas más sobresalientes del Zifar en el contexto de la literatura medieval europea. Así, sus reflexiones sobre la relación del texto con las miniaturas que lo ilustran, o sobre la utilidad ejemplar y recreativa de esta obra, confieren mayor riqueza a las páginas precedentes.
El volumen de estudios, sin embargo, no se limita a ofrecer el cuidado texto de estos seis estudios, sino que se acompaña de una selección de las miniaturas más interesantes y más relacionadas con el tema de que se habla en cada momento. Se convierte, así, en una pequeña joya independiente. Más que de una colección de ensayos sobre el manuscrito del Libro del caballero Zifar, un mero complemento del facsímil, es un hermoso libro de arte que interesará a todo aquel que lo hojee.
Por todo lo dicho, la edición de este facsímil y su volumen de estudios adjunto no es sino una excelente noticia tanto para quienes desean ennoblecer su biblioteca con uno de los manuscritos más hermosos de la España medieval como para quienes estudiamos la literatura de esa época. Manuel Moleiro, como hemos dicho, no hace reproducciones más o menos acertadas; hace un nuevo original apenas distinguible del primero, el que tuvieron en sus manos reyes y emperadores. Por eso no es de extrañar el desmedido éxito de algunas de sus ediciones anteriores, como el Beato de Fernando I (del siglo XI), el Libro de horas de María de Navarra (del siglo XIV), el Theatrum Sanitatis, el Martirologio de Usuardo y el Libro de horas de Carlos VIII (los tres del siglo XV), que ya se han agotado. Por eso, algunas grandes bibliotecas le han encargado facsímiles de sus fondos más valiosos: los estudiosos podrán utilizar estas reproducciones con absoluta fiabilidad mientras los textos originales se custodian en perfectas condiciones. Es el caso del Thêriaka y Alexipharmaka de Nicandro de Colofón, un bello códice bizantino del siglo x conservado en la Bibliothèque Nationale de France. Por eso, incluso, la Interpol ha acudido varias veces a su editorial en busca de ayuda cuando realizaba investigaciones sobre códices medievales.
Dicho esto, nada nos extrañará que los mejores bibliófilos europeos sean clientes habituales de Manuel Moleiro (desde el rey de Suecia hasta los sencillos profesores de universidad), ni que sus libros sean un regalo habitual para grandes personalidades (S.S. Juan Pablo II o S.A.R. la Duquesa de Palma son buen ejemplo de ello). Siempre es aconsejable solicitar información sobre sus fondos y hojear sus catálogos más recientes, sea por e-mail (@contactar) sea consultando su página web (www.moleiro.com). Es muy fácil conocer la mejor editorial de facsímiles del mundo.
- Rafael Ramos es profesor de la Universidad de Girona. Ha realizado numerosos estudios sobre literatura española de la Edad Media y el Siglo deOro, centrándose especialmente en el campo de los relatos caballerescos.Entre sus publicaciones pueden destacarse Para la fecha del «Amadís deGaula» (Madrid, 1994), «Tirant lo Blanc», «Lancelot du Lac» y el «Llibre del’ordre de cavalleria» (Williamsburg, VA, 1995), Folclore e historiografíaen «El caballero del Cisne» (Madrid, 1996) y Lectura y lectores de relatosde caballerías en la Castilla medieval (Madrid, 2003).