Uno de los temas bíblicos populares de los siglos xiii-xiv –el sueño o árbol de Jesé– que encontró su lugar en los manuscritos iluminados en vidrieras de colores y pinturas murales, tuvo también su reflejo en las ilustraciones del Libro del Tesoro (f. 19r). En la inicial y en las vidrieras de colores, los antepasados de la Virgen aparecen verticalmente en marcos ovalados entre las ramas de un árbol que brota del cuerpo de Jesé dormido, y toda la composición se corona en su nivel superior con las imágenes de la Virgen y de Cristo colocadas en sucesivos medallones.
En el manuscrito petersburgués, este tema aparece resuelto de otra manera: la figura de Jesé profundamente dormido se extiende a lo ancho de todo el marco de oro. Los majestuosos antepasados de la Virgen y de Cristo se representan en forma de pequeñas cabezas coronadas colocadas alrededor del recuadro mirando hacia el centro, hacia la figura de la Madona en pie. Las diminutas cabezas, de tres cuartos, se inscriben en medallones redondos formados por las ramas entrelazadas del árbol de Jesé. La cabeza de Cristo, colocada sobre la figura de la Virgen, aparece en la misma pequeña escala que las cabezas de los reyes-antepasados, distinguiéndose tan sólo por un nimbo en forma de cruz.
Uno de los temas bíblicos populares de los siglos xiii-xiv –el sueño o árbol de Jesé– que encontró su lugar en los manuscritos iluminados en vidrieras de colores y pinturas murales, tuvo también su reflejo en las ilustraciones del Libro del Tesoro (f. 19r). En la inicial y en las vidrieras de colores, los antepasados de la Virgen aparecen verticalmente en marcos ovalados entre las ramas de un árbol que brota del cuerpo de Jesé dormido, y toda la composición se corona en su nivel superior con las imágenes de la Virgen y de Cristo colocadas en sucesivos medallones.
En el manuscrito petersburgués, este tema aparece resuelto de otra manera: la figura de Jesé profundamente dormido se extiende a lo ancho de todo el marco de oro. Los majestuosos antepasados de la Virgen y de Cristo se representan en forma de pequeñas cabezas coronadas colocadas alrededor del recuadro mirando hacia el centro, hacia la figura de la Madona en pie. Las diminutas cabezas, de tres cuartos, se inscriben en medallones redondos formados por las ramas entrelazadas del árbol de Jesé. La cabeza de Cristo, colocada sobre la figura de la Virgen, aparece en la misma pequeña escala que las cabezas de los reyes-antepasados, distinguiéndose tan sólo por un nimbo en forma de cruz.