La ilustración, que ocupa dos páginas, muestra los aspectos narrativos de la storia aunque se ha intentado sintetizarla recurriendo, en primer lugar, a mostrar aquellos que ocurren en la tierra o en el infierno –no nombrado en la storia– en la parte inferior y los que suceden en el cielo, en la superior. Asimismo, se ha hecho uso del sincronismo para presentar, como en el caso de la serpiente, una misma figura que forma parte de varios momentos, como puede verse a través de la relación que tiene con los otros personajes de la pintura: en el folio 171v., se halla la mujer con una forma solar en su cintura y la luna, como un cuarto creciente invertido, a sus pies y, en vez de coronada, rodeada por diez y no doce estrellas; a su izquierda, se lee: «mvlier amicta/sole et lvna/svb pedibvs eivs». Junto a ella, el dragón, como gran serpiente, según convención de la Antigüedad tardía, de siete cabezas –una grande y central, con la boca dentada, abierta amenazadoramente, y tres más pequeñas a cada lado del cuerpo similares a la anterior–, cinco de ellas con dos cuernos y dos con una; en cada testa, hay una corona figurada como un círculo dorado, según se vió en las langostas infernales; la cabeza inferior, vomita un torrente de agua azul, bordeado de líneas sinuosas, que, como suele ser frecuente, hace un sesgo para derivar la dirección primitiva. Junto al río, la mujer, de nuevo, con alas bicolores, sentada; encima de ella, está escrito: «vbi date svnt mvlieri/ale aqvile vt volaret/in eremvm». En la parte superior, el dragón está siendo atacado por cinco ángeles de aspecto similar, a pesar de que la inscripción indica «michael arcangelvs cvm dragonem/pvgnat»; llevan vestiduras cortas y están armados con rodelas, espadas, lanzas y mazos. A su derecha, un amplio segmento de círculo bordeado de estrellas, para figurar el cielo, donde se encuentra un ángel que presenta un niño a Dios, pudiendo leerse en la inscripción que hay entre ellos «vbi pver rabtvs est», quien, sentado en un trono, sostiene un libro en su rodilla con su mano izquierda y adelanta la derecha; los tres realizan un gesto de diálogo. En la parte baja de este sector, se ve la cola del dragón que parece arrastrar siete estrellas, como indica la leyenda «vbi draco traxit tertia/pars stellarvm». Por último, en la zona inferior del folio, se halla una escena que ya se encontraba en el arquetipo pictórico, como muestra el hecho de aparecer en todos los manuscritos: se trata de los ángeles malvados, representados como hombres sin alas, sin duda porque en la explanatio simbolizan a los réprobos, arrojados al infierno. En el Beato de Girona se ve un ángel echando a uno de estos hombres a la gehena y otro atormentando con unas grandes tenazas al maligno, visto de perfil, como un ser totalmente deforme y oscuro retenido en una especie de jaula o de recinto, según explica la inscripción «diabolvs in in-/ferno tenetvr». El abismo, surcado de pequeñas líneas rojas para figurar el fuego, muestra a nueve hombres desnudos en actitudes laxas, pero con los ojos abiertos, para representar a los ángeles condenados, encima de los cuales se lee «qvos draco traxit angeli in in-/fernvm». Esta escena no puede explicarse a través de la storia que únicamente describe la lucha de san Miguel y sus ángeles contra el dragón y los ángeles malignos y la posterior expulsión de éstos a la tierra, como se ve en otros ciclos altomedievales europeos. Es posible un influjo parcial de la explanatio, ya que en ella se compara a los hombres arrojados por los ángeles con las estrellas derribadas por la cola del dragón, lo que se ha representado justamente encima. No obstante, es necesario acudir también a determinados elementos pictóricos de los beatos que parecen incidir con más fuerza en esta escena, particularmente en lo que se refiere al demonio amarrado y a los hombres que flotan en el infierno, que pudiera haberse transferido de la ilustración que muestra al Dragón atado y al diablo encadenado (f. 224v.), donde Satanás, aprisionado en el infierno, está sujeto en el cepo. Además, la explanatio, que sigue el texto de Victorino de Pettau, insiste en que el diablo vivirá hasta el fin del mundo en su recipiente, es decir, en el Anticristo encadenado. Los cuerpos desnudos arrojados al suplicio eterno recuerdan representaciones del juicio final de apocalipsis de tradición europea y que, en la correspondiente ilustración de los beatos del siglo x, los muestra de forma similar: flotando en el infierno, aunque faltan los ángeles arrojándolos. De todas formas, es una muestra más de que el manuscrito primigenio con pinturas de los beatos se basó en un comentario ilustrado.
Es posible que en el manuscrito arquetípico esta ilustración ocupara un solo folio, como demuestran los ejemplares que recogen la tradición más antigua de la familia I, es decir, los beatos de El Burgo de Osma (f. 118r.) y de Lorvão (f. 153v.). Una fase posterior consistiría en mostrar la escena de forma monumental en dos folios, aspecto que toman algunos manuscritos de la familia I, influidos, posiblemente, por la reforma iconográfica efectuada en el siglo x, como el beato de la Biblioteca Nacional de Madrid, Vitr. 14-1 (f. 109v., el siguiente ha sido recortado) y de El Escorial (ff. 104v.-105r.), que abarcan una columna de texto de su respectivo folio, y todos los de la familia II, que se desarrollan a lo largo de las dos páginas. A su vez, en la familia I, el sol se encuentra sobre la cabeza de la mujer y no cubriendo su cuerpo, como en los manuscritos de la II, donde la luna, por su parte, es un cuarto creciente, mientras que en la I es un disco. En algunos ejemplares de esta familia, como los mencionados de la Biblioteca Nacional de Madrid y de El Escorial la mulier amicta solis presenta aspecto de orante, como en la mayoría de los manuscritos de la rama IIb, salvo el Beato de Girona, que adopta un gesto similar aunque no igual al de la rama IIa –ya que parece señalar más bien al dragón– aunque, posiblemente, indique espanto o algún tipo de protección contra la bestia. Es esta mujer, pero con alas, la que presenta, en sus brazos, al niño a Dios en la familia I, y no un ángel. La mujer con alas se halla en la mayoría de los códices de la rama IIb frontal y con los brazos extendidos, en actitud de orante, a excepción, de nuevo, del códice gerundense, que, como en la rama IIa, la presenta de tres cuartos y sentada sobre un diván. De todas formas, en ambas familias, la repetición de la mujer, primero vestida de sol y después con alas, deriva de prototipos antiguos en donde se representó por dos veces y, posiblemente, separada por líneas de texto a la mujer apocalíptica, uniéndose, posteriormente, en una sola imagen. En la familia I, no se presenta a san Miguel y a sus ángeles luchando contra el dragón, aspecto que, por el contrario, muestra la II, más acorde con la storia. Ahora bien, en la rama IIa siempre hay, por lo menos, un ángel que vuela horizontalmente para luchar, siendo su número, por lo general, de cuatro –dos sobrevolando y dos verticales–, mientras que, en la IIb, son cinco los ángeles representados siempre de pie. Por otro lado, en la presentación del niño, sólo lo recibe Dios en la familia I, mientras que en la rama IIa, posiblemente por motivos de simetría compositiva, hay un ángel detrás del trono del Señor, aspecto que no aparece en la IIb1. La serpiente en la familia I, quizá por falta de espacio, aparece en posición vertical, mientras que en la II siempre es horizontal; sin embargo, mientras en la rama IIa las cabezas, con cuellos muy alargados, arrancan a partir del complicado nudo central del cuerpo, en la IIb, se van situando a cada lado del cuerpo principal, resaltando muy poco sus cuellos. En la rama IIa, cinco de las cabezas miran hacia las representaciones de la mujer y dos hacia la lucha contra san Miguel, mientras que en la IIb, son tres las que se vuelven hacia la conflagración. El agua que vomita una de las cabezas muestra un cauce relativamente corto y ancho en la rama IIa, al igual que en la mayoría de los ejemplares de la familia I, si se compara con la IIb, mucho más amplio, como un río. En la parte inferior del folio recto de la rama IIa, suele presentarse una figuración del desierto a través de un paisaje muy conciso formado por dos promontorios entre árboles muy esquemáticos, aspecto que no recoge ningún manuscrito de la rama IIb. Finalmente, en la escena inferior, los ángeles se limitan a arrojar a los hombres, mostrados siempre en posición invertida, al abismo en la familia I; en la II, por su parte, hay un ángel que realiza otras acciones: mientras que en la IIa sujeta al diablo con una cadena, en la IIb lo atormenta con unas tenazas. Además, en la IIa suele haber tres emisarios celestes –el que amarra al demonio flanqueado simétricamente por dos que arrojan a los hombres a la gehena–, mientras en la IIb, sólo dos.
Carlos Miranda García-Tejedor
Doctor en Historia
(Fragmento del libro de estudio Beato de Girona)